En aquel tiempo, llamó Jesús a los doce, los envió de dos en dos y les dio poder sobre los espíritus inmundos. Les mandó que no llevaran nada para el camino: ni pan, ni mochila, ni dinero en el cinto, sino únicamente un bastón, sandalias y una sola túnica.
Y les dijo: “Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta que se vayan de ese lugar. Si en alguna parte no los reciben ni los escuchan, al abandonar ese lugar, sacúdanse el polvo de los pies, como una advertencia para ellos”.
Los discípulos se fueron a predicar el arrepentimiento. Expulsaban a los demonios, ungían con aceite a los enfermos y los curaban”. Marcos 6, 7-13.
Recuerdo que cuando era un adolescente -rebelde e inmaduro-, fui enviado al negocio de mi papá para trabajar ahí y así ayudarle. Mi misión era simple: obedecer. Y obviamente no necesitaba ser un genio superdotado para cumplir mi sencilla tarea. Sólo requería de obediencia, pero ¡qué cosa más difícil cuando eres necio y no sabes lo que quieres! No fui llamado de manera opcional, fue una orden directa, y no fue para ser gerente, presidente, ni nada parecido, sino para ser un común ayudante que debía seguir instrucciones. Y me costó mucho asimilarlo.
Jesús hizo lo mismo con los doce apóstoles, los envió y les mandó unas sencillas indicaciones que, dicho sea de paso, fueron una orden y no una sugerencia.
Pero hoy en día, muchos de los "enviados" que se dedican a “servirlo”, violan más de alguna de estas obligaciones -si no es que todas-.
Y al hablar de estas "órdenes" que Jesús dejó para los enviados, vienen a mi mente las auto llamadas "órdenes religiosas".
Se les considera comunidades o instituciones dedicadas a servir a Dios, pero la realildad es que muchas hacen caso omiso de las órdenes que Jesús hace en el evangelio. Sus mandatos no son sugerencias, ni votos opcionales, para seguirlo hay que cumplir estas reglas para poder llevar a cabo la misión tal como él quería. Las órdenes religiosas y congregaciones, son un claro ejemplo de estas violaciones a las órdenes de Jesús por parte de los enviados.
Por ejemplo, en lugar de anunciar de dos en dos como lo manda Jesús, voluntariamente se recluyen o se encarcelan "de a montones". Sienten un "llamado" a enclaustrarse. Jesús nunca dio la orden de encerrarse para vivir agrupados y sin que nadie les diga qué hacer, ni les revise.
Congregarse y vivir "en comunidad” origina justo lo que Jesús no quería en sus discípulos: comodidad. Sí, el asentarse y acomodarse en una vivienda, obliga a buscar una fuente de ingreso para así mantener la casa y a los que viven en ella. Violando así el mandato de no llevar nada. ¡Cómo no van a llevar nada para el camino! Si ni siquiera salen, y claro, al tener una casa y vivir "en familia” pues tienen gastos como los de cualquier casa y cualquier familia. Y a algunos de ellos les gusta vivir muy bien.
Vivir encerrados haciendo sabe Dios qué, no los pone entonces en el camino de personas que puedan ofrecerles lo que no traen. No confían en la providencia de Dios y no salen a anunciar. Dice Jesús que cuando entren en una casa, permanezcan hasta que se vayan del lugar, no que se acomoden y vivan ahí para toda su vida.
Es por ello que al encerrarse tienen que conseguir un estilo y modo de vida sustentable por ellos mísmos, muy distinto al que ordenó Jesús. Tienen que convertirse en verdaderos empresarios y negociantes, si quieren salir adelante y progresar en este mundo.
Tampoco pueden denunciar con la verdad las injusticias, por temor a no ofender a sus bienhechores ni cuestionar el origen de las “limosnas” con las que los ayudan, por eso tratan siempre de agradar y mantener contentos a los que los mantienen a ellos contentos.
Para sacar sus muchos fondos hacen de todo: construyen casas para rentarlas para eventos religiosos como retiros, misas exclusivas, graduaciones etc. Crean hospitales privados y les ponen nombres de santos para que la gente se sienta tranquila. Atienden orfanatos y terminan utilizando a los niños como otra fuente de ingresos. O fundan y manejan universidades y colegios carísimos... pero eso sí, “muy católicos”.
Tampoco pueden denunciar con la verdad las injusticias, por temor a no ofender a sus bienhechores ni cuestionar el origen de las “limosnas” con las que los ayudan, por eso tratan siempre de agradar y mantener contentos a los que los mantienen a ellos contentos.
Para sacar sus muchos fondos hacen de todo: construyen casas para rentarlas para eventos religiosos como retiros, misas exclusivas, graduaciones etc. Crean hospitales privados y les ponen nombres de santos para que la gente se sienta tranquila. Atienden orfanatos y terminan utilizando a los niños como otra fuente de ingresos. O fundan y manejan universidades y colegios carísimos... pero eso sí, “muy católicos”.
Muchas órdenes no anuncian la Palabra de Dios, ni llaman a la conversión; no ungen y curan enfermos, ni expulsan espíritus inmundos, pero si han descubierto formas muy originales de hacer dinero, tanto que parecen moralmente buenas y justas ante la feligresía. Son especialistas en eso.
Instituciones y congregaciones religiosas de monjas o “hermanos” se encargan pues de todo, menos de lo que Jesús les pidió. Así de sencillo. Pero lo peor no termina ahí, no conformes con desobedecer a Jesús, dañan a quienes caen en ellas.
Cuando convocan vocaciones religiosas para integrarse a sus congregaciones o fraternidades, los someten a rigurosos estudios psicológicos bajo criterios arbitrarios, además de "persuadirlos” para que sirvan ciegos y sordos a los propósitos de sus superiores.
Si son parte de las personas a las que atienden en un colegio u orfanato, se les violenta física, espiritual y psicológicamente en el nombre de Dios. Si contribuyes con dinero a su causa, hacen mal uso de esos recursos y ponen a trabajar a otros en lo que supuestamente era su “apostolado”. En fin, muchas de ellas son pequeñas mafias ambiciosas que trabajan para distintos fines, pero ninguno de esos fines se llama: Jesús.
Labores como el trabajo y la educación sin fines de lucro, la misericordia y la caridad llevada a los más desprotegidos, el anuncio gratis del evangelio de casa en casa, deberían ser sus prioridades y aprender a dejar de hacer negocio hablando de Dios.
Pero ellos al sentirse una "élite llamada o escogida”, echan a perder su verdadera misión, preocupándose más por los asuntos del mundo que por los de Dios.
Y a todo esto: ¿Para qué se encierran?
¿Para vivir una vida de contemplación? Porque mejor no contemplan la necesidad urgente de Dios que hay afuera.
¿Para vivir una vida de adoración? Porque mejor no adoran a Dios atendiendo a sus hijos en sus formas más discriminadas, desprotegidas y desagradables.
¿Para vivir una vida de oración? Habiendo tantas horas en un día para hacer otras cosas además de orar... “Ora et labora” (ora y trabaja) decía San Benito hace casi 1,500 años...
¿Para vivir una vida de silencio? Qué bueno que Jesús no llevó una vida de silencio... había tanto por anunciar.
¿Para vivir una vida de soldado de Jesús? Ya no hay guerra, JESUCRISTO YA VENCIÓ nada más ni nada menos que al maligno y a la muerte!! Jesús no necesita soldados ni siervos sino AMIGOS!!! Los sedientos de guerra y violencia son engendros del mal que se creen hijos de la Luz...
¿Para vivir defendiendo la fe? ¡¿Y a nosotros quien nos defiende de esos supuestos defensores?!
¿Para vivir sin contaminarse del mundo? Si dentro de sus mismas congregaciones se ensucian cometiendo los peores actos, incluso en contra de inocentes.
¿Para evangelizar? Más les valdría a muchos mejor ni pronunciar el nombre de Dios sin antes conocerlo.
Regresando a cuando era adolescente, recuerdo que al ponerme a las órdenes de quien era el encargado en aquel tiempo, él se desesperaba al ver lo mal que hacía mis labores. Cómo en aquel tiempo no encontraba sentido a lo que hacía, lo hacía mal y a veces intencionalmente.
Un día el encargado se enojó tanto, que harto me gritó: “¡Si no vas a hacer nada bueno, mejor no lo vengas a hacer aquí!”. Fue una ingeniosa manera de decirme que si no iba a obedecer ni cooperar para hacer bien mi trabajo, prefería que no lo hiciera. Era mejor que no estuviera ahí.
Yo sé que las órdenes y congregaciones religiosas no serán eliminadas por la iglesia, a pesar de que muchas de ellas ya se hayan convertido en SECTAS. Porque la iglesia no sólo las permite y las aprueba, además las defiende y encubre, ya que representan millonarias recaudaciones de sus negocios privados, para las arcas de la iglesia. También le sirven de pretexto por aquello de que además de hacer negocios también "evangelizan”. Habría que investigarlas a todas a ver qué porcentaje realmente lleva a cabo algunas de las tareas que Jesús encomendó.
A las órdenes y congregaciones les es tan redituable y cómodo vivir así, que lejos de desaparecer, florecerán más, eso lo sé. Pero es tanto el daño que ocasionan a quienes Dios pone en su camino, que creo que es peor toparse con ellos, que vivir sin conocer la Buena Noticia.
Es por eso que hoy hago un atento llamado a todas esas congregaciones religiosas que no han sabido anunciar a Dios, que, como me dijeron a mí hace algunos años:
"Si no van a hacer nada bueno, no lo vengan a hacer aquí".