miércoles, 13 de octubre de 2010

LOS MILAGROS ANÓNIMOS

Si un milagro sucede y nadie lo presencia... ¿realmente existió?, o si no existe evidencia alguna de que este hecho extraordinario haya sucedido siquiera podríamos llamarlo “milagro”?

Ésta duda me surgió hace algunos años, durante los festejos patrios que se llevan a cabo en mi ciudad durante el mes de septiembre. Me encontraba festejando junto con mis hermanos y primos en la zona centro de la ciudad, que es donde tiene lugar la fiesta más importante que conmemora estas fechas patrias. Al terminar todos nos dirigimos a nuestros hogares y por el camino fui testigo de lo que yo llamo un “milagro anónimo”.

En la oscuridad de la noche unos jóvenes intentaron abrir un automóvil. Como se tardaban en abrirlo y estaban muy nerviosos, supuse que el auto no era de su propiedad. Antes de que lograran perpetrar el robo, unas luces intermitentes azules y rojas iluminaron el oscuro callejón y los jóvenes corrieron bastante asustados. La patrulla de la policía que pasaba por ahí ahuyentó a los ¿futuros ladrones tal vez?. Bueno, no tuvieron la oportunidad de convertirse en criminales por lo menos en esa ocasión. Los agentes no se percataron de lo sucedido y siguieron su camino “sin novedad”. Minutos después llegó el propietario del automóvil, subió a él y se fue.

Me puse a pensar: esa persona no se dio cuenta de que su automóvil estuvo a punto de ser robado. Ese hombre nunca supo (ni sabrá) que poco faltó para que se hubiera visto en una situación verdaderamente frustrante y desagradable, no sólo por la falta de su vehículo sino por el mal rato que le hubiese traído este “hecho”.
Yo considero que fue un milagro que en ese preciso momento pasara la patrulla y evitara –sin notarlo- dicho delito. Sin duda, creo que la mano de Dios intervino.

¿Cuántos milagros así habrá hecho Dios en nuestras vidas sin que nos hayamos dado cuenta? Sería emocionante algún día conocerlos. Que Dios nos mostrara todas las maravillas que alguna vez hizo durante nuestra vida y que, modestamente, quedó en el anonimato su verdadera autoría. ¿Cuántas veces nos habrá librado de la muerte y de cuantas maneras? ¿En cuantas ocasiones nos habrá desviado de ciertos caminos por los cuales él sabía que nos perderíamos o correríamos algún riesgo? Tantos regalos recibidos sin conocer su procedencia. Tantos años con salud, tantas oportunidades, tantos días buenos, tantas alegrías. Muchas, grandes y largas amistades, etc.

El plan amoroso de Dios nuestro Padre es que seamos felices. En ningún momento es necesario que nosotros nos enteremos de cada paso y cada decisión que Él tome para lograr su objetivo. ¿Seríamos más felices si nos diéramos cuenta de esos “milagros anónimos”?. No lo creo. Todos los días atestiguamos un sin fin de milagros que dejan al descubierto el amor de Dios por nosotros y por su naturaleza y sin embargo continuamos nuestro camino de la misma indiferente manera que cualquier otro día de nuestras vidas.

Vivimos demasiado concentrados en todo aquello que “necesitamos” de Dios y que NO recibimos, olvidándonos de aquellas cosas que SÍ recibimos: aquellas que podemos ver y sentir y aquellas que no tenemos la certeza, ni siquiera idea de que recibimos o recibiremos del “anonimato divino”.

Más allá de una postura meramente positiva, tengamos en cuenta cada día que, Dios está presente en todas partes, en cada momento, en todas las personas; que Dios lo llena todo, lo inunda de vida y entre esas maravillas cada día nos hace regalos a ti y a mi, aunque a veces sea de manera anónima...

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