¿Conoces a alguien a quien no le
gusta celebrar algo? Quizá su cumpleaños, quizá un aniversario luctuoso o cualquier otra fecha. ¿Tiene sentido
festejar el cumpleaños de alguien que no quiere ser festejado? Diríamos la
mayoría: ¡Cómo es posible que a alguien no le guste una mega fiesta de
cumpleaños! Y quizá sí le gusta su cumpleaños, es sólo que no le gusta nuestra idea de celebrarlo y
la manera en que lo llevamos a cabo.
La última vez que supe de alguien
a quien no le gustaba su cumpleaños, me limité a solamente darle un fuerte
abrazo y desearle lo mejor, me dije a mí mismo: “cada quién” es decir, es muy respetable si para una persona un
abrazo es todo lo que quiere o necesita en su cumpleaños. Debemos aceptarlo. A
veces nos aferramos y esforzamos en recordar y celebrar cosas que otros quizá
quieran que pasen desapercibidas.
Creo que lo mismo nos pasa en
este tiempo litúrgico de la Semana Santa o Mayor, donde nosotros nos aferramos
en recordar detalles de la Pasión y Muerte de Jesús que quizá Él no quería que
recordáramos, que creo que no nos edifican. Quería que en memoria suya practicáramos
y viviéramos el último banquete donde da instrucciones claras de lo que sí
quiere que hagamos con nuestros hermanos, pero detalles de su calvario... creo
que no. El objetivo era que creyéramos en Él y en su resurrección, no en la
paliza que le dieron sus verdugos… de eso no hay duda.
El castigo, la flagelación, los
chantajes, la confesión de culpas impuestas, la privación, entre otras
prácticas que se acostumbran en esta semana, forman parte de una torcida “pedagogía”
que nosotros, nuestros padres y nuestros abuelos aplicamos a los pequeños, por
instrucciones doctrinales de los sacerdotes a través de los siglos. Más no por
instrucciones de Jesús.
La obstinada preservación y
práctica de tradiciones por el simple hecho de serlo, no justifica que el
sentido de ellas siga siendo el mismo, que dicho sea de paso, ya no funciona,
no cumple con su objetivo… si es que tuvo alguno. Porque si los antiguos
cristianos suplantaron tradiciones paganas y modificaron calendarios para implantar
las suyas, ¿por qué no darles un nuevo sentido a las ya existentes? Sería
mejor.
Para mí una tradición que no
edifica, no necesariamente debo practicarla, me reservo el derecho. Si para
alguien es edificante acusar a otros del sufrimiento y muerte de Jesús; si para
otros es edificante responsabilizarse de los insultos y salivazos; si para
otros es edificante escenificar y presenciar la violencia con la que se le
castigó; si para otros es edificante hacerse daño y mortificarse para “acallar”
sus consciencias y purgar sus pecados… cada quien.
Yo trato de quedarme con lo
medular y con lo más demandante de su mensaje… amar y servir al prójimo. A mí
me queda claro que la única manera que Jesús tenía de comprobar su mensaje y
llevarlo a término era muriendo a causa de él. Ni tú ni yo lo matamos, murió
por cumplir la voluntad de su Padre que era anunciar el evangelio. Y la
consecuencia de amar, servir, denunciar y defender al oprimido en este mundo,
pues es esa: la muerte. Es así que hoy en día siguen muriendo personas por
llevar hasta las últimas consecuencias el amor hacia sus hermanos.
Por eso, yo estoy convencido que
Él no necesita de mi compasión, yo en cambio, necesito de su fuerza y de la
fuerza de su mensaje para ponerme a trabajar por Él.
Llorar a un muerto cada año por
más de dos mil años, al menos a mí me parece demasiado luto, sin embargo,
festejar la resurrección del Hijo de Dios por más de dos mil años, me parece
poco para lo que ello continúa significando
para la humanidad. Ese es mi compromiso, mostrar a mis hermanos un Dios vivo y
olvidarme de aquella figura sangrante colgante y agonizante, que me hace
recordar la miseria humana sí, pero que a la vez me distrae de la grandeza
Divina.
Felices Pascuas y recibe un
fuerte abrazo.