martes, 18 de mayo de 2010

EL DIOS ENCUBIERTO





Jesús hace ya un par de miles de años, dejó a cargo a sus amigos terrenales al haber completado la misión que tenía encomendada: la salvación de la humanidad.
Sin embargo los discípulos no aceptan del todo bien la idea de quedarse solos para anunciar la salvación de Jesús a todo ser humano, necesitan ayuda. Es aquí donde comienza la era actual, la era del Espíritu Santo.
Es más común hoy en día oír hablar de Jesús o incluso de cualquier otro santo o virgen, que de la tercera persona de Dios.
Para él funciona bien, es decir, su acción bien puede ser discreta la mayor parte del tiempo, pasar desapercibido parece una estrategia bastante efectiva.
Sin embargo también puede ser todo un suceso de experiencias naturales y sobrenaturales que sorprenden a cualquiera. Es la persona de Dios –creo yo- más expresiva, más emocional; presente en todo momento y todo hecho histórico en la humanidad y más aún: en tu propia historia individual. Como si fuera la parte de Dios más curiosa por el hombre, mirando en todo momento su evolución, acompañándolo en su camino: siendo cómplices.

Sí, es el Espíritu Santo el colaborador del hombre, siempre y cuando, el hombre trabaje según el plan de su Padre Dios y siga las instrucciones de su maestro Jesús, AÚN CUANDO ESTE HOMBRE NO CONOZCA COMO TAL A DIOS O A JESÚS.
Es decir, tú puedes ser colaborador de Dios y seguir los pasos de Jesús aún sin conocerlos, o conociéndolos bajo uno de sus tantos alias. Sí, el Espíritu Santo es una donación para cualquiera de buena voluntad pertenezca o no a cualquier religión o denominación cristiana.
Es entonces el Espíritu Santo aquel que nos ayuda a terminar de entender y poner en marcha el reinado de Dios, como si fuéramos “embajadores” de Dios que tenemos por objetivo establecer el nuevo orden: el orden del amor.
Pero sólo obtendremos su ayuda si cooperamos e interactuamos con su Espíritu.
Los dones del Espíritu Santo son como su nombre lo dice, regalos en forma de herramientas que nos ayudarán a construir ese reino, pero... cuáles y cómo son?

DON DE CIENCIA: Me imagino por ejemplo, al hombre y el Espíritu Santo como un par de jóvenes científicos tratando de encontrar una cura para el sida o desarrollando nuevas tecnologías, pasando horas de investigación y sacrificios en pro de un bien universal, escribiendo ensayos, haciendo experimentos...

DON DE CONSEJO: De los rasgos más íntimos y personales, nuestra “conciencia” que nos advierte del peligro o nos da seguridad; la ayuda diaria para tomar las mejores decisiones. No sólo las propias sino las de otros, por eso es un elemento fundamental para un buen líder, un líder al modo de Cristo.

DON DE FORTALEZA: El consolador del que Jesús hablaba, la fuerza exterior que ha de venir a encender otra vez nuestro corazón agotado y deteriorado. El secreto para no quedar aplastado bajo el peso de la cruz que diario habremos de cargar como discípulos del Cristo.
La energía que nos haga levantarnos cuando caigamos, la salud cuando enfermemos, la luz cuando todo esté en tinieblas...

DON DE INTELIGENCIA: Todos aquellos descubrimientos con los que el hombre se ha topado pueden ser utilizados de una forma positiva o negativa para la humanidad. Es aquí donde la inteligencia entra, para comprender el verdadero valor de la información y la verdad que hemos “descubierto” y darle el mejor uso. Acontecimientos científicos, morales, artísticos, religiosos, humanistas, etc. La finalidad es hacer el bien con aquello que hemos obtenido o recibido. El mejor uso para un átomo dividido, para el mapa genético del ser humano, para un antivirus, para una campaña publicitaria, para una canción, para un nuevo planeta descubierto, para una verdad teológica. Todo ello nos deberá acercar a Dios y no alejarnos de él.

DON DE PIEDAD: El regalo que más necesita de nuestra colaboración; para amar tal y como Dios ama. ¿Imposible? No. Es Dios quien pone la muestra dándonos lo más preciado para él: su Hijo. Su hijo a su vez nos demuestra su amor al morir de una manera vergonzosa por nosotros. Es nuestro turno de demostrar nuestro amor a Dios amando a quienes él más ama: a los más necesitados, a los olvidados, a los pequeños, a los débiles, etc.
Es este don con el cual nos han de reconocer como verdaderos cristianos, ni más ni menos. Cualquier otro don o manifestación sobrenatural carecen de relevancia si obviamos la misericordia transformada en amor.

DON DE SABIDURÍA: El secreto para los descubrimientos científicos y su correcta utilización mediante la inteligencia dependen de este regalo en particular: la sabiduría.
Los anteriores estarán a la disposición de aquel que sabe qué hacer con dichos descubrimientos, o sea, del sabio. Dios no confiaría a cualquiera grandes verdades si no confiara en las manos que va a depositar semejantes descubrimientos. El sabio ha de ser sencillo y humilde para recibir el conocimiento de Dios, debe ser un íntimo confidente de los secretos de Dios y debe saber cómo, cuándo y a quienes revelar dichas verdades. Sin duda uno de los dones con más carga responsable. Responsabilidad que puede llegar a pesar demasiado pero que bien vale la pena si dicha sabiduría se comparte con todos.

DON DE TEMOR DE DIOS: ¿Alguna vez tuviste miedo de hacer algo que sabes enojará a tus padres? Ese es el temor de Dios. Hay no muchas cosas que le hagan enojar, de hecho se podría reducir a una sola cosa: lastima a uno de sus hijos –cualquiera- y entonces sabrás que has hecho enfadar a Dios, especialmente si te metes con uno de sus consentidos, digamos un pobre, un enfermo, un encarcelado, un niño, una mujer, una viuda, un anciano, etc. Las veces que pudimos ver enojado a Jesús fueron provocadas por hipócritas que se decían defensores de los anteriores y sin embargo eran nada mas y nada menos que sus verdugos: fariseos y sacerdotes del templo. Así que el don del temor de Dios sería pensarlo mejor antes de hacer enojar a Dios, las consecuencias las dejó Jesús muy claras...

En fin, hay muchos más dones y frutos del Espíritu Santo pero más que hablar o escribir de ellos, hay que experimentarlos, algunos serán tan nuevos o raros que ni siquiera ha de existir nombre o palabra para llamarlos. Cada persona puede experimentar una variedad infinita de regalos que han de ser para beneficio de los demás hijos de Dios, en comunidad o en la familia. En este Pentecostés abre tu mente y corazón a la experiencia discreta o espectacular del Espíritu santo... pídele que te sorprenda!

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