En aquel tiempo, los judíos volvieron a tomar piedras para tirárselas. Jesús les dijo: «He hecho ante ustedes muchas obras buenas por encargo del Padre. ¿Por cuál de ellas quieren apedrearme?»
Le contestaron los judíos: «No es por ninguna obra buena que queremos apedrearte, sino por haber blasfemado. Pues tú, siendo hombre, te haces Dios».
Jesús les respondió: «¿No está escrito en su ley: Yo les digo: ustedes son dioses? Pues, si la ley llama dioses a aquellos a quienes fue dirigida la palabra de Dios, y lo que dice la Escritura no puede ponerse en duda, entonces, ¿con qué derecho me acusan de blasfemia sólo por haber dicho: “yo soy Hijo de Dios”, a mí, a quien el Padre consagró y envió al mundo? Si no hago las obras de mi Padre, no me crean, pero si las realizo, acepten el testimonio de las mismas aunque no quieran creer en mí. De este modo reconocerán que el Padre está en mí y yo en el Padre».
Así pues, intentaron de nuevo detener a Jesús, pero él se les escapó de entre las manos.
Jesús se fue de nuevo a la otra orilla del Jordán, al lugar donde anteriormente había estado bautizando Juan, y se quedó allí. Acudía a él mucha gente, que decía:
«Es cierto que Juan no hizo ningún signo, pero todo lo que dijo de éste era verdad».
Y en aquella región muchos creyeron en él.
Desde hace años, en mi casa me llaman Shynjo porque usaba una playera (la cual era mi favorita) con el nombre de un jugador de béisbol llamado Shinjo, de los Mets de New York.
Nunca me interesó investigar el significado de dicho nombre, sólo sabía que era japonés. Hasta hace algunos días descubrí su significado.
¿Qué tiene que ver lo anterior con el pasaje evangélico de Juan?
Hace algunos meses me vi en una persecución similar a la de Jesús. Llevo ya varios años tratando (a veces con éxito, a veces no) de llevar la Buena Noticia de Jesús, a veces solo como un simple profeta, y últimamente como parte de una “comunidad” y como predicador.
Después de un tiempo de conocer la forma de trabajo de sus coordinadores noté que sus políticas y acciones eran contrarias a los criterios del mismo Jesucristo. Haciendo valer mi envestidura de profeta denuncié dichas irregularidades. Eso bastó para hacer enojar a sus directores. No me arrojaron piedras como en aquel tiempo, fueron más bien injurias, calumnias y mentiras hacia mi persona, de manera cobarde, sin dar la cara, como los fariseos que se envalentonaron en masa.
Sólo supe por algunos testimonios de verdaderos amigos parte de ésas mentiras. Me vi en la necesidad de huir, de borrar todo pasado para iniciar de nuevo. No fueron mis “obras buenas” las que molestaron a éstos fariseos del nuevo milenio sino mis palabras: descubrí sus verdaderos planes, sus verdaderos rostros, sus verdaderas intenciones.
De repente me vi a mí mismo casi solo. La mayoría de mis “hermanitos de comunidad” me olvidaron sin preguntar mi versión, si lo que de mi se decía era cierto. Seguramente resultaron más atractivas y convincentes las calumnias que acerca de mi se esparcieron por toda mi ex comunidad.
Y es que, la verdad descubre, revela. Para aquellos que traman sus planes en las sombras, la verdad es una luz que los ciega y que cala; echa a perder sus maquinaciones perversas. Y aquel que entra en su cuarto de penumbras con esa incómoda lámpara, se vuelve objeto de su odio, el objetivo de sus piedras. La gente podrá matar a los mensajeros, pero no al mensaje.
Actualmente yo me encuentro fortalecido por Dios en una nueva etapa, en un nuevo "Jordán" con nuevos hermanos, insistiendo y proclamando la salvación de Jesús, a pesar de las “pedradas”
Después de todo, si yo cargo la lámpara y los que viven en penumbras me arrojan fuera, yo sigo y seguiré caminando en y con la luz.
Cuando Jesús se ve acorralado por sus acusadores, se defiende tratando de hacerlos razonar, incluso con la propia ley. Pero para los fariseos, no hay ley que los detenga. Más aún, hace Jesús mención de sus milagros sin que a ellos les importe.
Y al tratar de echarle mano una vez más sin conseguirlo, Jesús huye. No huye porque no hubiera podido hacerles frente. Huye porque llevará esa Buena Noticia, esa lámpara a quienes sí estén dispuestos a recibirla, a los sedientos de luz que han sido sometidos y esclavizados en la oscuridad por los fariseos.
En su huida, Jesús es bienvenido en el lugar donde precisamente Juan el Bautista anunciaba la venida de Jesús como el único salvador, donde denunciaba las injusticias de esos mismos fariseos y además bautizaba a aquellos que querían una nueva vida, a aquellos que se arrepentían y volvían a Dios.
Ciertamente Juan el Bautista no hizo los prodigios que hizo Jesús (como lo dice el evangelio), sin embargo la gente reconoció por fin que TENÍA LA RAZÓN.
La misión del profeta no es ser reconocido como un mesías, sino que la gente reconozca y acepte que somos sus mensajeros: ANUNCIAMOS al verdadero mesías y que TENÍAMOS LA RAZÓN cuando gritábamos apasionadamente y con el corazón LA VERDAD; que somos (o fuimos) solo eso, transmisores o más bien vehículos de la verdad.
Por cierto, descubrí que mi nuevo nombre SHYNJO significa precisamente eso... VEHÍCULO DE LA VERDAD...
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