Últimamente he estado intrigado pensando ¿cuál será el secreto de la verdadera conversión? Para mí, como cristiano, sé que la solución esta en Jesucristo pero, Él ya hizo su parte muriendo por mí para salvarme; el resto es responsabilidad mía. Me corresponde dejar mi “yo” anterior, renunciando a mis propios caminos equivocados y volverme un hombre nuevo. Un hombre nuevo a imagen de Jesús, siguiendo su ejemplo de vida: haciendo entonces lo que Él hacía y sigue haciendo. Suena fácil y parece simple, pero esto es precisamente lo más difícil de ser un discípulo de Jesús: Ser su aprendiz para después ser su apóstol, su mensajero.
Y es que, creemos y nos aferramos a la idea de que podemos conservar una cosa sin renunciar a la otra. “Conciliar” lo malo y lo negativo, con lo puro y bueno que es Dios. No es posible, créeme, lo intenté. Así que, si lo has intentado, mejor ya no sigas.
Creo que lo único que podemos hacer es, como decimos en México: “agarrarnos los güevos” y hacer posible esa conversión.
Ésta particular “solución” aplica para hombres y mujeres, aunque los güevos o testículos, sean propios sólo de los machos.
Y es que, no hay otra solución (ni encontré mejor palabra para describirla). Ya basta de buscar excusas y pretextos para no cambiar de vida. Dios pone todo de su parte, incluso nos dio a su Hijo. Jesús vino a enseñarnos el verdadero y único camino: Él es el camino. Incluso se dejó matar por el hombre para demostrar su verdad y su amor al hombre. ¿Qué nos queda?
Demostrarle que no murió en vano, que no entregó su vida por unos flojos y cobardes. ¿Habrá pecado más grave para quien conoce a Jesús, que seguir siendo un cobarde? ¿Habrá pecado más grave que saber lo que Jesús espera de mí y aún así seguir siendo cobarde?
Para quienes ya conocimos esta verdad, nuestro caminar esta plagado de obstáculos. Unos verdaderos, otros ficticios, la mayoría inventados por nosotros, por miedo, por flojera, por cobardía.
El camino del mundo está lleno de sensaciones inmediatas a las que nos cuesta renunciar, queremos disfrutar las más posibles. En el caminar con Jesús las recompensas pueden tardar un poco más, incluso pueden ser hasta después de la muerte, y no siempre estamos dispuestos a esperar. Aquí es cuando nos buscamos razones para desertar, razones para justificar que no quiero seguirlo. Sustituyo el “no quiero” por el “no puedo” o “no estoy preparado” o “no es lo mío” o “no me acuerdo”.
Es fácil encontrar estas “razones”: las fallas de la iglesia y de sus pastores son las más comunes, porque están más a la mano en relativa abundancia. Hasta el más pequeño error del líder de tu grupo parroquial o comunidad es buen pretexto para que renuncies a Jesús.
El caso es que, lo que realmente buscamos es huir. Ya basta. Ten los güevos y cambia de vida; sigue a Jesús a pesar de lo que digan los demás.
Pero ten güevos con g, no con h. La h es muda, sin fuerza. En cambio la g es fuerte, definida.
Güevos con g de ganador! Si estás con Jesús ya eres ganador como Él, porque juegas en su mismo equipo. No seas un ganador del mundo, sé un ganador del cielo. Él ya venció al maligno y a la muerte, ahora faltas tú...
Güevos con g de generoso! Decídete a desprenderte de las cosas que te atan y entrégate todo tú a los demás...
Güevos con g de gozo! ¡Hazlo y disfrútalo! Saborea tu nueva vida, vive más feliz, más libre, alegre...
Güevos con g de gigante! No basta con que nazcas de nuevo, tienes que crecer cada día! Ser grande como Jesús, de manera que las adversidades parezcan cada vez más pequeñas ante ti.
Güevos con g de gobierno!. Cede tu gobierno sucio de caos y corrupción al verdadero gobierno de Dios. Haz a Jesús el gobernador de tu vida, para que reestablezca la paz y la prosperidad perdidas.
Si te faltan güevos:
en vez de pedir a Dios que te libere de tus problemas, pídele los güevos para afrontarlos y que te ayude a resolverlos...
en vez de pedir que te dé paz y tranquilidad, pídele güevos para terminar tus propias guerras y rencores, para que haya paz...
en vez de pedirle que te aleje del pecado, pídele los güevos para decir que no y darle la vuelta a las tentaciones...
en vez de pedirle mejorar tu situación económica para tener más cosas, pídele los güevos para no ser tan codicioso, para trabajar honestamente sin robar a nadie, gastar bien tu dinero y ser sensible a la verdadera miseria de tu prójimo...
en vez de pedirle seguridad y que pare la violencia de tu país, pídele los güevos para denunciar las injusticias, dejar tú mismo de ser violento en tu casa, con tus amigos...
en vez de pedir para que se acabe la corrupción, pídele los güevos para ser justo y clemente con tus hermanos y no abusar ni pisotear a nadie para conseguir tus metas egoístas...
en vez de pedir exorcistas y sanaciones del alma, pídele güevos para reconocer que tú alimentas a tus propios demonios porque en el fondo no quieres que se vayan...
Así que, ya deja de lloriquear porque has caído nuevamente ante el pecado, ya no somos víctimas, pues ya conocemos la verdad. ¿Qué vas a hacer entonces, de hoy en adelante? Mejor levántate y comienza de nuevo, pero en serio.
Jesús al entregar su vida por ti y por mí, comprueba esta simple teoría: Él si tuvo los güevos para demostrarte su amor, poniéndote el ejemplo, dejándose torturar y humillar para salvarte, para que puedas ser feliz...
¿Tú tienes los güevos para reflejar los valores de Jesús?
¿Tú tienes los güevos para seguirlo y gritar su mensaje?
¿Tú tienes los güevos para dejar de ser del mundo y pertenecerle a Él?
Pero güevos con G, no con H...
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