En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo: "Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes." Pero él le contestó, diciendo: "Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios."
Entonces el diablo lo lleva a la ciudad santa, lo pone en el alero del templo y le dice: "Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: "Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras."" Jesús le dijo: "También está escrito: "No tentarás al Señor, tu Dios.""
Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo: "Todo esto te daré, si te postras y me adoras." Entonces le dijo Jesús: "Vete, Satanás, porque está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto.”" Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían”.
En este pasaje del evangelio nos encontramos una batalla excepcional: el Bien supremo contra el mal. Un emocionante encuentro en el que tanto Jesús como Satanás, utilizan un arma y una defensa en común: La Palabra de Dios.
Jesús es tentado en un momento en que, su humanidad se ve debilitada: siente hambre después de pasar 40 días en el desierto. Es entonces, en ese preciso instante de vulnerabilidad donde se hace presente el tentador. Es como un animal al que le encantan las grandes presas, mayores que él, y sobre las cuales sólo tendrá oportunidad de éxito si se ven disminuidas o enfermas. En aquel entonces, al igual que hoy.
Me sorprende el atrevimiento del diablo para acercarse a tentar a Jesús, el Hijo de Dios. El diablo no se deja intimidar por nadie como se deja ver en esta ocasión y está atento a cualquier señal de oportunidad para atacar. Él no tiene nada que perder.
Jesús por su parte, va al desierto como preparación para su gran misión: La Salvación de la humanidad. Sabe a lo que se enfrentará, sabe a lo que estará expuesto, sin embargo se sabe amado por su Padre y tiene un arma secreta: La Palabra de Dios.
Pero, el Diablo tuvo la misma idea, atacar con esa misma “arma”, y además lanzarse a atacar con una seguridad atribuida sin duda alguna al perfecto conocimiento de la Palabra de Dios, pues ha tenido todo el tiempo para memorizarla. Y es que, un embaucador y tramposo como él, conoce bien todas las estrategias de guerra y su arma más poderosa es sin duda esa habilidad de blandir tan poderoso artefacto.
Satanás tergiversa la Palabra de Dios para conducirnos al pecado. Lo “adereza” de tal modo que, aún al más conocedor de la Biblia (o religioso, o predicardor, o sacerdote, o ministro, o Pastor, o parroquiano...) le parece atractivo y hasta “legal” cometer pecado. Satanás lo hace parecer como algo bueno, atractivo, necesario, y hasta divino.
Jesús tuvo, tiene y seguirá teniendo la ventaja sobre él porque ÉL ES LA PALABRA. A diferencia de Satanás, Jesús no sólo domina las escrituras sino que las vive, las hace realidad y ellas se hacen realidad en Él, en Él tienen su cumplimiento, y no hay Palabra más importante que Él.
Ésa es la gran diferencia entre usar a la Palabra de Dios como un arma mortal o como una herramienta de vida, una que sin duda nos ayudará a alcanzar la felicidad, si seguimos el “instructivo” adecuadamente.
La clave para que sobrevivamos a las tentaciones y nos libremos del pecado, no sólo en estos tiempos de cuaresma y semana santa, sino a lo largo de toda nuestra vida, es esa: vivir la Palabra más que recitarla o aprenderla de memoria.
Y es que parece que muchos cristianos estudiamos la Biblia no para que rija nuestras vidas sino como quien se instruye para dominar un arma, y después salir a usarla.
Persiste la idea de que, esa batalla se libra todavía hoy: la batalla entre Jesús y el Diablo. Pero ya no hay guerra, ya terminó.
Esa primera batalla en el desierto la perdió Satanás y la guerra definitiva fue ganada en la cruz y sellada con la resurrección de Jesús. Aún así, nos empeñamos en “luchar” entre nosotros mismos por ver quien “domina” mejor la Palabra de Dios, como si todavía estuviéramos en guerra. O peor aún, usamos a la Biblia para abusar y someter a otros bajo un yugo al que nos atrevemos a llamar “divino”.
Jesús se enfrentó a Satanás para LIBERARNOS y venció por nosotros. Para hacer nuestra esa victoria tenemos que hacer nuestra vida como la suya, porque Él es LA ÚNICA, ÚLTIMA Y DEFINITIVA PALABRA DE DIOS, es la única manera de resistir los embates y las tentaciones del mundo.
Pero el diablo sabe confundir bien y hace que nuestros instintivos deseos de lucha, competencia y conquista, nos lleven a creer que Jesús necesita soldados. Jesús necesita amigos que instruyan a otros acerca del verdadero sentido de su Palabra: dar vida, no dañar o juzgar a otros. No es un arma de ejecución, ni de conquista violenta, es una herramienta de edificación, una “constitución” que, de ser usada correctamente aplicará justicia y traerá paz pero, si es distorsionada y usada de mala manera traerá conflictos, desesperanza y hasta la muerte...
¿Cómo vas a usar tú la Biblia de hoy en adelante?
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