¿Cuántos de nosotros no hemos sido testigos o quizá partícipes de los famosos “chistes en los velorios”? Sí, ese jocoso momento que se aprovecha para divertirse en un funeral. Momento de broma y burla mientras otros realmente sufren una dolorosa pérdida.
¿Por qué contamos chistes o nos reímos en un funeral? Podría responderte que por algún tipo de reacción inconsciente que me permite escapar del dolor… pero no es cierto. La verdad es que no siento pena ni me interesa mucho el dolor de los demás. Sin embargo, a pesar de no mostrar respeto en los velorios, ¡no falto a ninguno!
¿En cuántos funerales no habrá sido incómoda o indeseada mi presencia? Quién sabe. Y lo peor es que yo tampoco he disfrutado de asistir a ellos.
Creo que si no sentimos un genuino dolor o si no mostramos al menos respeto por el fallecido o los deudos, no deberíamos acompañarlos en tan desagradable momento.
Quizá mi insensibilidad en los funerales se deba a tres motivos:
1. Porque en realidad no conocía al muerto.
2. Porque en realidad no me importaba el muerto, aunque lo conocía.
3. Porque en realidad no lo conocía, ni me importa que hoy esté muerto.
Creo que en este tiempo de cuaresma y semana santa, a muchos nos pasa lo mismo. No entendemos las tradiciones, los ritos y preceptos de esta temporada de luto. El tiempo de cuaresma y semana santa, se nos presenta como ideal para la reflexión y la mortificación, y año con año se nos “invita” a guardar el luto por la pérdida más grande que ha sufrido la humanidad: la muerte de Jesús.
Jesús es ese muerto que nos ponen a velar cada año a todos –los que se dejen-, lo conozcamos o no, nos importe o no, nos duela o no. Las tradiciones y preceptos a observar para cumplir en este tiempo, no son más que los fallidos intentos de nuestra Madre iglesia, para “obligarnos” a hincarnos y llorarle a nuestro Hermano bueno. Que dicho sea de paso, murió por nuestra culpa. Esa Madre que cada año disfruta echándonos en cara que nosotros lo matamos.
Aunque nuestra insensibilidad, rebeldía, apatía y falta de respeto en el funeral, tampoco se justifica con nada. Yo diría que si no lo conoces y/o no te importa su muerte, mejor ya no asistas a su velorio. No estás sujeto y nadie puede obligarte a sentir la pérdida de alguien a quien ni siquiera sabías que existió.
Por otro lado, un funeral tampoco se puede realizar cada año ¿no es cierto? Al menos no para una misma persona. Sólo se vive una vez, por consecuencia, sólo se muere también una vez.
Y Jesús ya murió.
Después de velar a un muerto, se le sepulta. Pero a diferencia de los otros muertos, Jesús murió, fue sepultado, resucitó y subió al cielo. Esa es la gran diferencia. Así que ya no debemos seguir de luto pues murió hace ya miles de años… es hora de superarlo.
No debemos revivir su sufrimiento y su muerte atroz cada año, no tiene sentido, nada podemos hacer al respecto. Debemos recordar su sacrificio no por la manera en que murió sino por la manera en que vivió. Esa fue su última voluntad.
Yo hace algunos años experimenté la muerte de mi papá, por lo tanto, ya no hago chistes en los funerales ni me río de ellos. Creo que no fue hasta que me sucedió a mí que me di cuenta de lo desagradable que es ver reír cuando tú lloras. Por eso ahora me parece tan ridículo que la muerte de alguien tan querido, sea recordada con detalles macabros y sangrientos cada año. Si creen que con eso lo valoramos más, están en un error, solamente logran que cada año nos duela menos y nos acostumbremos más.
Yo a Jesús y a mi papá los valoro por lo que me enseñaron, no por lo que su muerte trajo a mi vida, que fue sólo sufrimiento. Yo ya lloré lo que tenía que llorar.
No creo que a ellos les haya gustado la idea de que cada año yo me pusiera a sufrir y a revivir los detalles morbosos de sus muertes, a fin de cuentas, eso ya pasó y eso no les beneficia en nada a ellos. No tiene sentido tampoco hacer representaciones ni mortificarme por algo que ya está superado. Podría retroceder si me detengo demasiado en el pasado.
Jesús no murió por mi culpa, murió por mi y para mi; murió por que llevó el amor hasta las últimas consecuencias. Y yo no lo maté, murió voluntariamente en el cumplimiento de lo que su Padre le encomendó: traer la salvación al mundo y anunciar el evangelio.
Así es que al menos yo, ya dejé de culparme por su muerte, ahora más bien me responsabilizo de seguirlo y de practicar su mensaje: de que su sacrificio no sea en vano.
Porque lo más importante es que no debemos llorar a un muerto sino seguir a un vivo… ¡Jesús está vivo!
Cuando alguien muy cercano y amado muere, hay que “cerrar ciclos” para así poder mirar hacia delante otra vez y continuar con nuestro camino. Yo ya terminé mi luto y cerré ese ciclo, ahora, ya más tranquilo, recuerdo a esos dos seres amados, y lo mucho que me enseñaron.
Y tú en esta cuaresma y semana santa… ¿Cuentas chistes en el funeral? ¿Sigues llorando al muerto? ¿O ya vives la resurrección?
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