domingo, 26 de septiembre de 2010

ESCUCHEMOS A LOS PROFETAS

*Reflexión del evangelio de Lucas: 16, 19-31

Según esta lectura del evangelio, a Jesús no le gustan los pretextos, por eso en esta historia del "pobre Lázaro" que dijo a los fariseos, les cuenta y nos cuenta a todos como la insensibilidad de los ricos ante la necesidad y el sufrimiento de nuestros hermanos, tiene sus consecuencias. ¿Cuáles? Gozarán mucho en esta vida, pero sufrirán después. Jesús nos hace una invitación a escuchar a los profetas, para que después no pongamos el pretexto de que no fuimos advertidos.


Pero ¿por qué Dios manda profetas? Si Dios piensa juzgar los actos y palabras de los hombres, primero debe dar a conocer los criterios en los que se basará para juzgarnos. Aunque si hay o no absoluciones al final, eso ya es asunto suyo.

Por lo pronto, es primordial para nosotros los mortales saber cómo espera que actuemos y vivamos, para así librarnos de un castigo. Como dicen: "sobre aviso, no hay engaño." Alguien debe ser el portavoz de lo que Dios alguna vez dijo, porque Dios, es un hecho que no nos habla a cada rato. Todos somos testigos de eso porque ¿cuántas veces te has sentido abandonado por Dios? ¿Cuántas veces has sentido que Dios está ausente de este mundo?

Pero no es que Dios se ausente, más bien creo que nosotros actuamos como si Él no estuviera. Por eso siempre ha sido necesario que alguien nos guíe de regreso, cuando nos hemos salido del camino o tomamos otro distinto. ¿A cuál camino debemos regresar? A Jesús.

Pero Dios no podía confiar y revelar la verdad –su Hijo y el evangelio- sólo a una institución o comunidad, porque los grupos y las instituciones tienen sus propios vicios y debilidades por más puras que inicien. Porque entre más congregados haya, más diluido se ve el motivo y el propósito que dio origen a dicha congregación. Pero es normal que esto suceda, y por supuesto, Dios lo sabía.

Aún antes de la venida de Cristo, Dios necesitaba individuos que prepararan el camino del redentor, individuos que no se dejaran corromper por el dinero, los honores, las comodidades y las adulaciones, para que su mensaje y posteriormente el de su Hijo, no se vieran comprometidos o adulterados. Por eso mandó individuos, individuos que trabajaban solos -con la ayuda de Dios- llamados “profetas”. Que no hacen otra cosa mas que recordar o dar a conocer al verdadero Dios y lo que requiere del hombre. Y el trabajo del profeta no es ser escuchado sino sólo repetir lo que Dios ya ha dicho. Pareciera según la historia, que la labor profética de estos sujetos termina siempre en el rechazo, el destierro o el martirio, pero no es así, su labor termina cuando dice lo que debía decir. Lo demás son secuelas del ser profeta, no requisitos.

Todos sabemos que el profeta de profetas es el propio Hijo de Dios: Jesús el Mesías. Así que los profetas posteriores a Jesús, deben aprender sólo de Él y profetizar basados nada menos que en su palabra y obras.

Dios en la antigüedad y Jesús en la modernidad, nos piden que escuchemos a los profetas, pero ¿Cómo distingo a un profeta de un charlatán?

Yo creo que, basado en el evangelio -la Palabra del maestro profeta- un verdadero profeta debe VIVIR:

SIN DINERO:
Son pobres. No son asalariados ni comisionistas de ninguna institución o comunidad, y aunque pertenezcan a alguna no le sacan provecho económico. No pueden hacer mucho dinero dada su clara concepción de lo que es justo, por eso no son exitosos empresarios ni astutos negociantes porque no quieren pisotear ni oprimir a los demás.

Las carencias entonces, los ayudan a madurar y los acercan más a los necesitados para solidarizarse. No los pueden ayudar mucho en eso, pues tampoco tienen dinero, pero abogan por ellos alzando la voz ante las injusticias y los atropellos que se les cometen. No disfrutan de comodidades y como no reciben ni admiten pesos -o dólares- por hablar de Dios, no pueden vivir de ello. Por eso su anuncio o sus intervenciones, suelen ser ocasionales. ¿Por qué deben ser pobres? Porque el dinero compromete su misión.

SIN PODER:
No gozan de autoridad ante los sabios e instruidos para enseñar o denunciar. De inmediato se les minimiza o desacredita y se les llama "locos", "enemigos" o "herejes". No tienen amigos poderosos pero tampoco les importa tenerlos, no salen en fotos con personajes importantes ni se dejan deslumbrar por su fama o apariencia. No tienen contactos que les devuelvan favores o les paguen con influencias o privilegios. Se mueven en todos los círculos sociales sin sentirse menos y sin sentirse más, se dedican a servir y sólo hacen su trabajo.

¿Por qué no deben ser poderosos? Porque el poder corrompe su misión.

SIN CADENAS:
Jesús es la verdad que nos hace libres, y con el mensaje de Jesús, el profeta intenta liberar de las trampas y mentiras a aquellos que creyeron que les mostrarían la verdad. Viven sin creer ni someterse a reglas que no son acordes a Jesús ni al evangelio. No les interesa aparentar nada ni ser reconocidos, y el día que no son bienvenidos en algún lugar, simplemente se van. No le desean mal a nadie pues ellos cumplen con anunciar y denunciar, lo demás le corresponde a su patrón : Dios.

Y ¿Por qué deben estar desencadenados? Pues para que puedan desencadenar a los demás.

La labor del profeta es regular y procurar un equilibrio por medio del anuncio y la denuncia que trae el evangelio. Su misión no es arreglar el mundo sino más bien hacerse responsable por el conocimiento de la verdad y proclamarla, darla a conocer. ¿Y qué es la verdad? Aquello que Jesús proponía para mejorar el mundo y poder estar al final con él.

Jesús y su Palabra nos brindan una clara forma de vida que a todos nos ha de llevar a buen término de llevarla a cabo. Por eso, ante la situación mundial llena de injusticias cometidas por los ricos, es importante escuchar a los profetas... porque así como nos lo muestra el evangelio: a Jesús no le gustan los pretextos.

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