viernes, 17 de septiembre de 2010

SECUESTRO BICENTENARIO

Nuestro país actualmente está padeciendo una ola criminal en ascenso. Particularmente los secuestros, ocupan un espacio y cobertura especiales en los medios de comunicación que es realmente perturbadora. Y con ocasión de la celebración del bicentenario, creo que el enemigo sigue siendo el mismo, después de 200 años: La opresión. En sus diferentes modalidades. Pero ante esta crisis económica y de seguridad, yo me atrevería a lanzar el siguiente cuestionamiento: ¿Quién secuestra a quién?

¿Son las personas pobres, de pocas oportunidades, estudios mínimos y conformes pretensiones, las que se convierten en secuestradores? Por supuesto que no, más bien son ellos los condenados a ser sus víctimas mientras duren sus desafortunadas vidas. Pero ¿Qué no son los ricos y millonarios el objetivo de los secuestradores? O ¿De qué clase de secuestro estamos hablando?

Hay otra clase de secuestro, que no es considerada como tal y además la ley no la define como un delito, sin embargo creo que lo es.

Es un verdadero secuestro aquel que cometen la mayoría de los empresarios con sus empleados. Sí, pues cobijados en la ley y el pretexto de la globalización o la crisis, muchos empresarios oprimen a trabajadores de “perfil bajo” o de pocos estudios, abusando de ellos por su necesidad e ignorancia.

¿Qué tan doloroso es que secuestren e incluso den muerte a un hijo, un padre o un miembro de nuestra familia? Más de lo evidente y el daño siempre es irreparable. Pues así también es un verdadero secuestro el que viven a diario millones de obreros y trabajadores mexicanos, que por sus precarias condiciones y prestaciones laborales, son privados del progreso.

¿Cuántos trabajadores han visto morir a familiares por falta de atención médica, pues sus patrones les hicieron creer que tenían seguro médico? Los engañan.

¿A cuántos los “sub-contratan” para no generar antigüedad y así no recibir jamás una pensión, ni tener casa de interés social? Los despojan.

¿A cuántos les depositaron en sus tarjetas de débito, quincenas incompletas por jornadas extenuantes, horas extras y días festivos mal pagados? Les roban.

¿Cuántos han estado inconformes pero impotentes, ante la ridícula suma que les dan de “participación de utilidades?” Los amordazan.

¿Cuántos viven atemorizados en colonias marginadas, riesgosas y peligrosas, porque sus bajos ingresos les impiden habitar en un lugar mejor? Les privan de su tranquilidad.

¿Cuántos son alejados de su familia por los horarios extensos y flexibles que no permiten la convivencia ni la educación en valores familiares? Los alejan de su familia.

¿Cuántos han agredido física o psicológicamente a su familia, ante la desesperación de que el sueldo no alcanza para lo mínimo? Los orillan a la locura.

¿Cuántos han sido víctimas de contadores o abogados sin escrúpulos, quienes maquinan toda clase de tretas en perjuicio del pobre, a favor de la empresa y “a hurtadillas” del fisco? Les esconden la verdad.

¿Cuántos son expuestos a negligencias y riesgos físicos y de salud, sin que se les proporcione el equipo y la protección adecuada? Les mutilan y dan muerte.

Estas son las secuelas que vive el empleado, de la privación diaria de oportunidades para mejorar su calidad de vida, son tan parecidas a las que viven los ricos al ser secuestrados, sólo que los pobres llevan toda la vida así. Y mientras no se deje de oprimir a los pobres con esta clase de secuestros, ni se aplique verdadera justicia social y laboral con estos secuestradores –empresarios-, México va a ser un paraíso para quien sólo porque tiene el poder y la habilidad de despojar, lo va a hacer.

En algunos medios de comunicación, he escuchado también a conferencistas y empresarios además autodenominados “católicos o cristianos”, que hacen gala de su gran religiosidad y piedad por los pobres al darles un empleo.

¡Muchas gracias, ¿qué haríamos sin ustedes?! Son tan bondadosos. ¡Y sin recibir casi nada a cambio! Eso nos hacen creer, pero basta conocer los fraccionamientos donde viven, sus casas, sus autos y sus hábitos, para descubrir que sus fortunas no pueden ser justas o bien habidas. Es necesario pisotear y oprimir a muchos, para tener y gozar de tanto.

Tú, que eres un caritativo empresario católico o cristiano... Dime cuánto les pagas, y te diré para quien trabajas. Porque sólo hay dos patrones.

A mí no me digas que les das trabajo, porque yo sé que los esclavizas. A mí no me digas que los ayudas, porque yo sé que les pagas poco y sin prestaciones. A mí no me digas que eres muy bueno y además eres cristiano, porque yo sé que lo que haces con ellos no se lo harías a Jesús... si lo conocieras.

Y no puedes ni debes denominarte católico o cristiano, mientras robes. Aunque sí puedes llamarte empresario, pues es lo que generalmente hacen.

Podrás pagarte una misa de acción de gracias e invitar al Señor Cardenal para presidirla, celebrada con toda la pompa y realeza que les gusta; podrás también sentir ante Dios que estás cumpliendo con las migajas que das, pero la verdad es que utilizas a los necesitados para hacerte cada vez más rico y hacerlos a ellos cada vez más pobres.

Si es cierto que 8 de cada 10 empleos, son generados por empresas, quiere decir que ellas son las responsables del 80% de la miseria actual y del 80% de las personas que en algunos años, no tendrán futuro. No tendrán pensión, no tendrán casa –ni siquiera de infonavit- no tendrán seguro... ¿De qué vivirán, quien los curará cuando enfermen o quien los cuidará cuando envejezcan? Entregaron su edad laboral a una empresa que no les dio lo que era justo.

Las empresas se plantean a sí mismas como estructuras robóticas o seres autónomos para deslindarse de su responsabilidad social, como si una empresa no fuera mas que un negocio manejado por simples seres humanos codiciosos.

Quizá si los empresarios ventajosos no se enriquecieran tanto con estas “legales injusticias”, no serían un blanco tan fácil y atractivo para los otros secuestradores –los que salen en las noticias-.

Y con motivo del bicentenario, quiero creer que un México más justo para todos y con oportunidades reales de progresar, sería la más sensata y a la vez la más loca manera de combatir a la delincuencia de manera medular. No habría tantos ricos, pero ya no habríamos pobres. Ya llevamos 200 años secuestrados.

Creo que para que todos pudiéramos progresar, el sueldo de un trabajador debería ser directamente proporcional al esfuerzo físico y/o intelectual que realiza. Te parece descabellado ¿verdad?... A mí también.

¿Que viva México? ¡Cabrones!

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