miércoles, 14 de abril de 2010
TRES VECES AMAR !!
En el evangelio que leemos este domingo encontramos que Jesús se aparece otra vez a sus discípulos después de haber resucitado. Se les presenta sólo a ellos y una vez más con una apariencia “nueva” que les resulta desconocida. Sin duda, a partir de su resurrección, no veremos nunca más a Jesús de la misma manera, es decir, de una manera mundana, porque ahora Jesús ha sido glorificado y ha tomado su forma más completa, perfecta y definitiva.
Jesús les pide pescado; al contestarle los discípulos que no habían pescado nada, los anima a lanzar las redes una vez más. Es en estos momentos cuando se hace más que evidente la necesidad del Espíritu Santo, pero aún no es el momento, así que él los acompaña esta vez para seguir compartiendo con ellos y seguir enseñando una o dos lecciones más antes de su partida definitiva. Después de eso, pescaron tanto que no podían con tantos pescados; sólo con la labor conjunta de todos los discípulos pudieron subir a la barca tan grande carga.
El primero en reconocerlo fue Juan, el amigo que más amó a Jesús (y lo demostró al ser el único de ellos al pie de la cruz al lado de María) y aquel a quien seguramente más amó Jesús. Yo quisiera ser siempre el primero en reconocer a Jesús -mas no el único- y sólo lo podré lograr si soy quien más ama a Jesús, en todas sus “presentaciones”. Por eso, creo yo, a veces me cuesta tanto reconocerlo en mi prójimo, ¿cómo creer que Jesús está presente en aquellos que despreciamos? Sin embargo así es.
Una vez que yo pueda reconocerlo plenamente, tendré que anunciárselo a los demás para que ellos también acudan a su encuentro, tal y como lo hizo Juan con Pedro. A Pedro le dio tanto gusto saber que ese hombre era Jesús, su gran amigo, que inmediatamente se vistió y se lanzó al agua; esta vez no titubeó como aquella en que caminó sobre el agua para encontrarse con Jesús y se hundió.
Pedro aún sin reconocer todavía a Jesús, creyó en el testimonio del discípulo más amoroso y del más amado y se lanzó a su encuentro.
Estaba entonces Jesús preparándose para una comida en la orilla, su ocasión preferida para compartir con sus amigos. Una comida con panes y pescados como platillo principal: la figura de la perfecta comunión entre Jesús, el Pan de Vida y nosotros, los pescados. Como en aquellas ocasiones en que alimentó multitudes con estos mismos alimentos.
Jesús les pide que traigan el pescado y, curiosamente, la misma red repleta que difícilmente subieron entre todos; es ahora arrastrada únicamente por Pedro. Era tal su entusiasmo que tuvo la fuerza necesaria para arrastrar a todos los pescados él solo, a pesar de que recibió ayuda para pescarlos. Sin duda nuestra iglesia católica es perfectamente capaz de acercar a todos los pescados hacia Jesús, pero bien puede y debe recibir ayuda de los demás discípulos para pescarlos.
Jesús, después de haber comido con sus discípulos le pregunta a Pedro tres veces lo mismo: Simón, hijo de Juan me amas? Pedro siempre contestó que sí. Jesús le respondía lo mismo: apacienta mis ovejas. La última vez que Pedro contestó a Jesús se entristeció, habrá creído que Jesús no estaba convencido de su respuesta. No deben entristecernos las pruebas y los cuestionamientos de Jesús, más bien sigámosle contestando una y otra vez que lo amamos y la manera de demostrar ese amor es apacentando sus ovejas: amando al prójimo. Esa es nuestra función principal como iglesia: pescar, acercar esos pescados a Jesús y amar... amar... amar... tres veces amar!!!
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