viernes, 23 de julio de 2010

CUIDADO CON LO QUE PIDES

¿A quién no le gusta tener un trato preferencial? ¿A quién no le gusta ser dominante? Ser un gran líder, ser el primero, saberse mejor y que los demás lo reconozcan. El hombre tiende a buscar agruparse y también a sentirse identificado con dicha agrupación. Me puedo identificar con un equipo de fútbol, un partido político, un barrio, una religión, una comunidad, una preferencia sexual, una marca, un vicio, etc. Y a lo que pertenezca, yo quiero ser el más importante de todos.

Quiero creer que este impulso o necesidad de sentirme el mejor o ser destacado, es por causa de la selección natural, aunque el problema comienza cuando los demás también ejercen su derecho a ser "los machos dominantes de la manada" y entonces todos comenzamos a pelear para ver quien manda.

Jesús es más inteligente que nosotros y tiene una nueva regla para el que quiera ser el más importante entre aquellos que lo siguen, y es muy sencilla: el servir.

El plan de vida del hombre, generalmente no incluye o contempla el servicio desinteresado -y sin remuneración-, como una forma de liderazgo o de éxito en el mundo. Es por eso que nadie lo elige como estrategia mercado lógica o ideológica para dominar al mundo, porque no sirve para eso.

Jesús quería instaurar un nuevo orden, uno que no fuera determinado por la supremacía del más apto o por las leyes de la selva o la oferta y la demanda. Pero si esperaba que este fuera un nuevo orden mundial, debía comenzarlo él mismo y después, continuarlo sus seguidores. Por eso comienza poniendo el ejemplo sirviendo, no para tener autoridad moral para requerírselo o recriminárselo a sus discípulos, sino para demostrarles lo seguro que estaba de que el mundo realmente funcionaría mejor así. Algunos sin embargo, hasta para servir a Dios queremos gozar de un trato preferencial. Queremos, buscamos y logramos hacernos de un nombre, una posición, un sueldo y de una jerarquía, mientras decimos a los demás que seguimos valiente y fielmente a Jesús por todos lados.

Pero Dios no se deja impresionar por nuestro rango, influencias, predicas, contactos, dinero, renombre, fama o vestiduras, pues sabe mejor que nadie con qué fin "seguimos a su Hijo".

Allá en su Reino, el de los cielos, Él es el que manda, no hay influyentismo como aquí. Allá no hay "bienes raíces" que acaparar, allá no hay códigos sociales o de vestimentas que dividan clases; allá no se consigue un lugar preferente con dinero o palabrería; en fin.

A Dios nadie le dice como disponer, administrar o incluso regalar lo que es suyo... nadie.

Y es porque su misericordia no responde a nuestra lógica, pero no la entendemos, no por que él sea Dios, sino porque nosotros no somos capaces de amar como Él.

Por eso, no sirve de nada querer hacerse de un lugarcito a un lado de Dios a nuestro modo, con criterios egoístas e interesados, primero hay que servir, vivir sirviendo a los demás y que al final, Él decida si quiere compartir con nosotros lo que es suyo. Por algo es su Reino.

Yo, como creyente y seguidor de Jesús, no debo olvidar que aunque Dios es mi Padre, me ama y es misericordioso, debo tener cuidado con lo que deseo. No me conviene ser tan pretencioso frente a quien no se deja impresionar.

Por eso, en el servicio desinteresado, sin paga y sin honores, es donde realmente Jesús, Dios Padre y todos los demás, van a notar lo mucho que me interesa algún día tener un modesto lugarcito en algún rinconcito dentro del Reino de los Cielos.

Evangelio: Mateo 20,20-28
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: "¿Qué deseas?" Ella contestó: "Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda." Pero Jesús replicó: "No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?" Contestaron: "Lo somos." Él les dijo: "Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre."
Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: "Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos."


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