miércoles, 14 de julio de 2010
PARA TODO HAY TIEMPO
Para todo hay tiempo ¡Qué gran mentira!, A mi juicio, si el día tuviera 36 horas, de igual manera no me alcanzaría para hacerlo todo. Sin embargo, lo mejor será que en estas 24 horas que no puedo modificar, haga lo indicado. Un gran defecto o vicio que tenemos la mayoría de nosotros, es que somos extremistas a la hora de administrar nuestro tiempo, es decir, no sabemos equilibrar nuestras actividades para que podamos cumplir con un poco de todo, pues en realidad, no podemos hacerlo todo. Ni se podrá nunca.
La clave está en ordenar nuestras prioridades y saberle dar un momento a cada una de ellas por orden de urgencia e importancia.
¿Cuántas personas conoces que dedican todo su día al trabajo y nada a sus hijos o pareja?
¿Cuántas personas conoces que dedican todo su tiempo al quehacer de la casa, que no termina nunca?
¿Cuántas personas conoces que dedican su vida entera al encierro, la contemplación y a la oración?
¿Cuántas personas conoces que pasan todo su tiempo divirtiéndose o descansando sin ninguna ocupación?
Todo exceso es malo, y creo que en nuestro caso, los cristianos estamos llamados a hacer de todo un poco pero con un criterio distinto para las prioridades, un criterio más humano.
En una ocasión estaba viendo en la televisión un programa de animales, en el que explicaban que se dividen en dos grandes grupos según sus hábitos: los especializados y los oportunistas. Los especializados son aquellos animales cuyos hábitos de alimentación y reproducción son específicos e inflexibles. Como el panda, que sólo se alimenta de bambú, vive solo y los días para reproducirse son sólo unos cuantos al año. Los oportunistas en cambio, son flexibles y nada específicos a la hora de alimentarse, y se pueden reproducir con mayor facilidad. Como los mapaches.
¿Qué tienen en común todos aquellos que son animales especializados? Tienden a extinguirse. Las circunstancias no les serán favorables toda la vida y cuando no lo sean, se quedarán sin alimento y sin permanencia. En cambio, los que comen lo que sea y superan las dificultades al cambiar las circunstancias, sobreviven. No sé si son mejores que los especializados, pero sí, son más eficientes y por ello sobreviven. Y en la vida diaria, somos especializados en lo que nos da de comer o en lo que nos gusta, pero no en lo demás. Descuidamos nuestra convivencia, nuestra comunicación, a nuestros seres queridos y a los que nos necesitan. Podremos decir que es necesario hacer tal o cual cosa, pero más necesario es no descuidar todo lo demás. Como a Jesús. Y no porque Jesús llore lágrimas de sangre o algo así por nuestra indiferencia, sino porque es nuestro maestro, desaprovechamos al que nos va a enseñar a de verdad vivir mejor.
Por eso, Jesús con su vida nos invita a hacer de todo un poco. Lo demostró con su diario itinerario de vida. Por la mañana oraba, en el día caminaba, predicaba, sanaba, comía, hacía milagros, iba a una que otra fiesta, se divertía, y por la noche antes de dormir, se retiraba y oraba.
El tiempo que ha de dedicarse a Dios debe tener en nuestro día un lugar especial, quizá no podrá sustituirse por el tiempo laboral, por ejemplo, pero sí uno que propicie el aprendizaje de lo que realmente importa: lo que Jesús nos enseña. Nadie dice que la limpieza o el trabajo o la oración no sean importantes, es que tienen un lugar pero no deben ocuparlo por completo en nuestro día, y menos cuando Jesús nos habla. El rápido ritmo de “vida” que a veces llevamos, nos impide darnos cuenta de lo afortunados que somos, de lo desafortunados que son otros y de lo mucho que tenemos por aprender.
Tomemos un tiempo diario para escuchar al maestro, pues nos habla de muchas formas, yo te recomiendo que leas pequeños extractos de los evangelios, como el de este domingo (Lucas 10, 38-42), para que en la tranquilidad del lugar que prefieras o dispongas, medites lo que Jesús te enseña este día, para que mañana lo practiques.
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