sábado, 3 de julio de 2010

¿QUE PARTE DEL "NO", NO ENTENDEMOS?

Del evangelio de Lucas 10, 1-12, 17-20.

Sin duda uno de los pasajes más polémicos de los evangelios, pero, ¿por qué es tan discutido? Creo que por que es muy claro. Así es, no debiera ser polémico, pero lo es por lo inconveniente de su claridad, y quienes no lo discuten, lo omiten. Jesús marca quizá el principal requisito para ser su discípulo, no como una opción, sugerencia o un voto, sino como una orden.

"ORDEN" una palabra ya bastante diluida para nombrar a algunas comunidades o congregaciones, que dicho sea de paso, burlan al menos una de estas órdenes que Jesús da a los enviados. Creo que el éxito de la misión de anunciar el evangelio, siempre ha sido la pobreza, esta da testimonio de nuestra confianza en Dios, de amor y de obediencia. Sí, esa fe que tanto pregonamos, pero que con posesiones y lujos, desacreditamos ante Dios y ante los demás.

El destino pues de los encomendados a la misión de evangelizar, es depender de los medios de Dios. Como los discípulos no deben de llevar dinero, claramente Jesús establece entonces el sueldo de sus trabajadores: comer de lo que les den. Nos guste o no, no ha de recibirse entonces un peso por hablar de Dios. Se puede y se hace, pero no se debe.

También establece sus deberes al entrar a las casas, y es sanar a los enfermos que se encuentren ahí y anunciarles la proximidad del Reino de Dios. Pero sólo cumpliendo las exigencias de nuestro patrón es que podremos regresar exitosos y llenos de alegría de nuestra misión, y al no hacerlo, sólo seremos más esclavos amargados del montón. Enviados que somos y hacemos víctimas, por cambiar lo que Jesús ordena, por aquello que Jesús no ordena.

¿Cuántos "siervos" viven como amos? ¿Cuántos trabajadores se contentan sólo con lo que les dan para comer? ¿Visitamos acaso las casas? Y, si es que visitamos las casas ¿Quiénes lo hacemos para sanar a los enfermos? ¿Expulsamos demonios, o los llevamos con nosotros? Nuestras escasas visitas se asemejan más a un censo de pecadores y el grito de la nota roja, que al anuncio de la Buena Nueva.

Jesús no se equivoca, y nuestra Iglesia sigue triste, cada vez más sola, rebasada y en decadencia no por causa de la modernidad, la inmoralidad, el Internet, el fútbol, la pornografía, el aborto, la homosexualidad, satanás o todo el pecado junto de la humanidad, es simplemente que los discípulos hemos desobedecido sus órdenes. ¿En qué forma? Preguntémosle al evangelio. Pero escuchémoslo bien, con el corazón abierto y sincero, y acatemos lo que nos manda.

Siempre hemos sido buenos para encontrar disculpa o excusas para evadir. Anulamos la autoridad de la palabras de Jesús y, más grave aún, las ponemos en duda. Claro que sólo aquellos versículos que nos son “incómodos” o “inconvenientes”. Incluso existe el término “hecho teológico” para apuntar de una forma elegante que un hecho es presumiblemente falso. Hasta llegamos a disculpar algunas traducciones bíblicas alegando que ciertos términos ni siquiera tienen traducción. Sin embargo utilizamos argumentos del antiguo testamento o post evangélicos para dar rienda suelta y justificar así nuestras más secretas pasiones: poder y condenación sobre los fieles, dominio de las escrituras, quien entra y quien no al cielo y por supuesto, cuánto cuesta la salvación en la moneda corriente, etc. Está comprobado que muchos de estos antiguos escritos están plagados de grandes y graves errores, omisiones y contradicciones no sólo históricas, sino teológicas y doctrinales.

Encontramos la manera y las palabras precisas para justificar la opulencia en nuestros templos, en las regias vestiduras y títulos, cuentas bancarias y cocheras de nuestros “humildes pastores”. Y nos sólo me refiero a la jerarquía de la iglesia sino a predicadores, catequistas, religiosos, en fin, cualquiera que se precie cobrar por ser seguidor de Cristo. Conveniente ¿verdad?
La humanidad simplemente está siguiendo el curso lógico de no conocer a Jesús: la perdición, tal como si ella obedeciera a la ley de la gravedad, cayendo. Es el desacato y no otra cosa, lo que nos está costando el éxito de la misión que Jesús nos encomendó... ¿Qué parte del “NO” no entendemos?

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