Cuando estaba en la universidad, al terminar la carrera de diseño gráfico, mis compañeros y yo estábamos emocionados y a la vez asustados por ingresar ahora sí como licenciados al mercado laboral. Me llamó la atención que varios de mis compañeros apenas salieron, solicitaron plazas como maestros en la misma escuela y en otras.
El perfil de éstos compañeros tenía varios patrones que se repetían: eran compañeros estudiosos, muy teóricos, sacaban las mejores calificaciones en materias teóricas pero su rendimiento no era el mismo en prácticas y trabajos de campo, y no eran buenos trabajando en equipos.
Y lo comprobé porque yo estuve con ellos por varios años en la misma aula, y con los mismos maestros.
Entonces pensé: estos compañeros míos, ya empezaron a trabajar de maestros enseñando teorías o materias que nunca tuvieron la oportunidad de comprobar o practicar por sí mismos, pues nunca se integraron al mercado laboral para desarrollar su propia experiencia.
¿Qué clase de enseñanza puedes transmitir si nunca practicaste lo que a ti te enseñaron? ¿Qué tal si lo que te enseñó tu maestro es algo mediocre o está mal? ¿Qué tal si el maestro que a ti te enseñó también tuvo un maestro que tampoco puso en práctica su oficio y sus conocimientos? Y lo peor es que quizá todos los maestros anteriores cometieron el mismo error y se estén transmitiendo de generación en generación sólo datos (correctos en el mejor de los casos) ¿Qué trae como resultado que los maestros no practican o ejercen? Su nivel de enseñanza es mediocre en el mejor de los casos. Esta escuela y otras, sin duda sacrificaron el valor y la educación de sus próximos egresados, todo por contratar a gente que no sabe trabajar.
Este es el verdadero valor de practicar lo que se enseña, preparar y capacitar a los alumnos para enfrentar lo que en realidad hay afuera, no lo que los maestros sin experiencia creen que hay afuera. Y en todos los ámbitos educativos pasa lo mismo, sin embargo para mí el más preocupante ahora es en el campo de la evangelización.
Desgraciadamente tanto en parroquias, grupos o comunidades cristianas hay quienes se preocupan demasiado por convertirse en maestros antes de haber completado su “discipulado” o sea, haber sido alumnos practicantes de Jesús.
Y es que, no basta con estudiar la Biblia si no has logrado comprender los evangelios. Y si no conoces los evangelios y no los experimentas, no hay modo de que conozcas a Jesús. Nadie que no practique el evangelio al modo de Jesús puede ser su alumno, mucho menos un maestro.
No basta con aprender otras lenguas -sobre todo las lenguas muertas- si antes no has hablado el idioma de Jesús con una lengua viva, ardiente y encendida por el Espíritu Santo. Una lengua que trasmita y haga sentir a Jesús en tu mismo idioma y en tu propia tierra.
¿Para qué entonces estudiar tanto? Los discípulos sólo tuvieron una capacitación de 3 años. Poner en práctica las enseñanzas de Jesús no requiere tanto tiempo de estudio, la principal riqueza de sus enseñanzas se descubren cuando pones en práctica esos 3 años de enseñanzas contenidos en los evangelios.
Ahora que, si tú eres de aquellos que, quieren alcanzar a Dios o llegar a su altura “devorando” datos - muchos de ellos rebuscados por personas que tampoco conocen a Jesús-, creo que pierdes tu tiempo. Jesús quiere encontrar a sus siervos TRABAJANDO, no sólo estudiando y memorizando.
Trabajando es como aprendes verdaderamente a hacer las cosas. Otros aprenden sólo para poner a trabajar a otros, esos llamados “líderes” modernos que se limitan –como buenos fariseos- a imponer cargas a otros, cuando ellos ni siquiera agarran una escoba.
Cuando repites enseñanzas que otros tampoco han practicado, si sus “teorías” y las tuyas nunca han sido comprobadas, pudieran estar equivocadas y pudieras estar liderando a otros a la confusión de la oscuridad, hacia un pozo.
Muchos “líderes” se dejan deslumbrar por los placeres de mandar y ser un maestro: Fama, aceptación, privilegios -dentro y fuera de comunidades e iglesia-, dinero, viajes y recorridos turísticos todo pagado, etc.
Jesús nos advierte un sin número de veces en los evangelios, acerca de éstas trampas que ya todos conocemos. Por eso la importancia de conocer los evangelios y vivirlos más que sentarse exclusivamente en un salón y memorizar citas bíblicas. No son pocos los que han caído en estas tentaciones en todos los niveles, desde los más altos jerarcas en la iglesia hasta un simple coordinador de algún pequeño grupo parroquial.
Queremos ganarnos el respeto de la gente por medio de títulos, viajes y diplomas en vez de ser “los últimos para así ser los primeros”.
Claro que no es nada glamoroso “lavar los pies de otros”, pero ese es el liderazgo que Jesús pide, el que Él mismo llevó a cabo, el que debe estar presente en nuestra iglesia, órdenes religiosas, parroquias, coros, grupos, etc. Otro tipo de liderazgo fuera del servicio desinteresado y sin fines de lucro, es un “liderazgo del mundo”, sí, ese que da a ganar dinero y comodidades deslumbrando y poniendo a trabajar a otros haciendo lo que a ti también te corresponde.
Nos gustaría que, de otros lugares o países nos llamaran a predicar valientes gracias a los estudios que hemos acumulado y no tanto por nuestra habilidad para ser los últimos y vivir de manera similar a Jesús.
Y sin embargo, la Palabra de Dios sólo tiene efecto en aquellos que la viven completa, sólo así se transmite eficazmente. No sólo en el que únicamente predica, sino en el que además asiste, en el que acompaña, en el que denuncia, en el que sana, en el que ora, el que comparte, etc.
La verdadera sabiduría divina que tantos buscan y quieren coleccionar como estampas de un álbum, ha de ser revelada sólo a los sencillos que la quieren poner a trabajar, no será revelada o entendida por quienes esperan alcanzar a Dios parados sobre una pila de libros.
Ya hay demasiados predicadores o supuestos “líderes” que se quieren hacer pasar por verdaderos discípulos de Jesús. Se necesitan mas aprendices sencillos que trabajemos para construir la obra de Jesús; que vivamos con Él, que hagamos lo que Él, que digamos lo que Él: que seamos como Él.
Cuando inviertes demasiado tiempo en estudiar, es porque no estás evangelizando lo suficiente. Si estudias un idioma nuevo para evangelizar ¿será porque ya evangelizaste lo suficiente en tu lengua materna?
¿Tú qué quieres ser: un maestro sin práctica o un alumno practicante?...
jueves, 30 de diciembre de 2010
viernes, 24 de diciembre de 2010
CUENTO NAVIDEÑO: EL REGALO DEL ZORRILO
Era la víspera de navidad en el blanco y hermoso bosque, todos los animales se encontraban apurados preparándose para la gran fiesta, envolviendo todos los regalos que se disponían a intercambiarse esa tan esperada noche. Pero había dos tristes personajes, los únicos que nunca eran invitados a tan célebre evento: el primero era el lobo, por su reconocido gusto por la carne, y el segundo era el zorrillo, por su maloliente reputación.
Año tras año, el zorrillo tenía que conformarse con mirar a través de la ventana del gran roble, para poder ver cómo los demás animales festejaban, comían, reían y se abrazaban por lo dichosos que se sentían. Y todo esto claro, al calor de la dulce cocoa y el fuego de la chimenea. Por supuesto que el zorrillo sentía tristeza y desesperanza, pues la única posibilidad de ser un invitado, sería que todos perdieran al mismo tiempo su sentido del olfato. Porque él no podía modificar su naturaleza.
A pesar de eso, este año el zorrillo fue a asomarse como otras veces. Cualquiera en su lugar sentiríamos un fuerte deseo de venganza, pero él era distinto. Quien sí tenía este fuerte odio y deseo de venganza era el lobo, que también año tras año merodeaba cerca de aquel gran roble donde la fiesta se llevaba a cabo, para quizá poder cenarse al menos un invitado.
Se encontraron el lobo y el zorrillo fuera de la fiesta y el lobo le dijo: “No me digas que aún guardas la esperanza de formar parte de ellos, tú eres distinto y por naturaleza les eres incómodo... como yo”. El Zorrillo contestó: “Yo no tengo la culpa de ser así, a veces quisiera ser como uno de ellos para ser aceptado y no marginado, pero otras veces prefiero ser quien soy”. El lobo se encogió de hombros y le dijo: “No eres culpable, cada quien huele como puede”.
Ya entrada la noche, con la fiesta repleta y el resto de los animales llegando, el lobo ve la oportunidad de colarse y se disfraza de un perfumado cordero, con lo que logra pasar. Ya dentro, sorpresivamente se destapa y se dispone a vengarse de todos, comiéndose uno a uno a los tiernos animalitos del bosque: al conejo, a la ardilla, al búho, al ciervo, a la codorniz, a la liebre y al reno.
Les dijo: “En este mismo cálido fuego tras el cual se cobijan para festejar, yo a todos los he de cocinar”. El zorrillo, desde afuera se percata de la sangrienta venganza a punto de ocurrir e ingenia un plan. Como el lobo dejó abierta la puerta, el zorrillo entra enfadado y le dice al lobo: “Felicidades lobo, lograste lo que yo jamás hubiera podido hacer: entrar y participar de tan alegre festejo, ahora sí podrás consumar tu odio y venganza contra estos que cada año nos han marginado, pero antes que mueran permíteme darles el regalo que les tengo preparado”. El lobo de nuevo encoge los hombros y asentando le permite al zorrillo les dé a todos el último regalo de sus condenadas vidas.
Cuando los animales ya estaban alineados y acorralados a la pared cerca del fuego, el zorrillo entonces les dijo: “gracias a que cada año he tenido la esperanza de entrar, hoy tengo la oportunidad de hacerles el regalo más valioso que tengo para ustedes” y volteándose a ellos y levantando su cola, de inmediato los rocía con su penetrante esencia a todos. Los animales se sintieron justamente castigados por el zorrillo, al no haberlo incluido nunca en su festejo, por lo que nadie dijo palabra alguna. En ese momento, el lobo se dio cuenta del verdadero plan del zorrillo, que no era una venganza, sino la salvación de los animales del bosque pues al rociarlos, ni el hambriento lobo se atrevería a devorarlos con semejante olor.
El lobo se enfurece y con un enorme alarido de frustración, se retira. Entonces, los demás animales se dieron cuenta de la importancia de incluir a todos en sus vidas, pues todos somos útiles e importantes. Además, el regalo más valioso para ellos fue ser salvados y seguir con vida, pues los regalos más importantes generalmente vienen de quienes menos esperamos. Aquella fue la fiesta más hedionda de todo el bosque, pero también la más feliz para todos.
¡Feliz Navidad!
Autor: Arturo García Dávalos.
Año tras año, el zorrillo tenía que conformarse con mirar a través de la ventana del gran roble, para poder ver cómo los demás animales festejaban, comían, reían y se abrazaban por lo dichosos que se sentían. Y todo esto claro, al calor de la dulce cocoa y el fuego de la chimenea. Por supuesto que el zorrillo sentía tristeza y desesperanza, pues la única posibilidad de ser un invitado, sería que todos perdieran al mismo tiempo su sentido del olfato. Porque él no podía modificar su naturaleza.
A pesar de eso, este año el zorrillo fue a asomarse como otras veces. Cualquiera en su lugar sentiríamos un fuerte deseo de venganza, pero él era distinto. Quien sí tenía este fuerte odio y deseo de venganza era el lobo, que también año tras año merodeaba cerca de aquel gran roble donde la fiesta se llevaba a cabo, para quizá poder cenarse al menos un invitado.
Se encontraron el lobo y el zorrillo fuera de la fiesta y el lobo le dijo: “No me digas que aún guardas la esperanza de formar parte de ellos, tú eres distinto y por naturaleza les eres incómodo... como yo”. El Zorrillo contestó: “Yo no tengo la culpa de ser así, a veces quisiera ser como uno de ellos para ser aceptado y no marginado, pero otras veces prefiero ser quien soy”. El lobo se encogió de hombros y le dijo: “No eres culpable, cada quien huele como puede”.
Ya entrada la noche, con la fiesta repleta y el resto de los animales llegando, el lobo ve la oportunidad de colarse y se disfraza de un perfumado cordero, con lo que logra pasar. Ya dentro, sorpresivamente se destapa y se dispone a vengarse de todos, comiéndose uno a uno a los tiernos animalitos del bosque: al conejo, a la ardilla, al búho, al ciervo, a la codorniz, a la liebre y al reno.
Les dijo: “En este mismo cálido fuego tras el cual se cobijan para festejar, yo a todos los he de cocinar”. El zorrillo, desde afuera se percata de la sangrienta venganza a punto de ocurrir e ingenia un plan. Como el lobo dejó abierta la puerta, el zorrillo entra enfadado y le dice al lobo: “Felicidades lobo, lograste lo que yo jamás hubiera podido hacer: entrar y participar de tan alegre festejo, ahora sí podrás consumar tu odio y venganza contra estos que cada año nos han marginado, pero antes que mueran permíteme darles el regalo que les tengo preparado”. El lobo de nuevo encoge los hombros y asentando le permite al zorrillo les dé a todos el último regalo de sus condenadas vidas.
Cuando los animales ya estaban alineados y acorralados a la pared cerca del fuego, el zorrillo entonces les dijo: “gracias a que cada año he tenido la esperanza de entrar, hoy tengo la oportunidad de hacerles el regalo más valioso que tengo para ustedes” y volteándose a ellos y levantando su cola, de inmediato los rocía con su penetrante esencia a todos. Los animales se sintieron justamente castigados por el zorrillo, al no haberlo incluido nunca en su festejo, por lo que nadie dijo palabra alguna. En ese momento, el lobo se dio cuenta del verdadero plan del zorrillo, que no era una venganza, sino la salvación de los animales del bosque pues al rociarlos, ni el hambriento lobo se atrevería a devorarlos con semejante olor.
El lobo se enfurece y con un enorme alarido de frustración, se retira. Entonces, los demás animales se dieron cuenta de la importancia de incluir a todos en sus vidas, pues todos somos útiles e importantes. Además, el regalo más valioso para ellos fue ser salvados y seguir con vida, pues los regalos más importantes generalmente vienen de quienes menos esperamos. Aquella fue la fiesta más hedionda de todo el bosque, pero también la más feliz para todos.
¡Feliz Navidad!
Autor: Arturo García Dávalos.
miércoles, 22 de diciembre de 2010
LA FIESTA DE LOS 7
Parece increíble que la navidad sea -creo yo- la festividad más desviada y con los efectos más negativos de todo el año, ¿Por qué? Pues porque los demás festejos suelen ser más congruentes con aquello que conmemoran.
Algunas fiestas como las que celebran la independencia y revolución de México, son verbenas populares que cumplen con su objetivo: tener un pretexto para descansar y parrandear. O como los cumpleaños que congregan a seres queridos para comer y beber, donde se celebra un año más de vida del festejado.
Pero la navidad es la fiesta en la que particularmente se congregan unos miembros muy especiales: los siete pecados capitales. Pareciera que están ahí para celebrar algo, pero no es el pobre nacimiento de Jesús sino el nacimiento de nuestros propios demonios. Sí, surgen en nuestro corazón pequeños diablitos a quienes "parimos" y que, pareciéramos prepararles no un humilde pesebre con heno, sino una hermosa cunita de oro.
He aquí ejemplos de estos 7 pequeños engendros que gustosos recibimos en la navidad, y que en ocasiones alimentamos con mucho interés todo el año.
Identifiquemos cada cual a estos 7 invitados que en navidad sustituyen al nacimiento de Jesús en nosotros:
1. PEREZA
Nos gusta celebrar la navidad pero nos da flojera hacerlo como se acostumbra. Si es una posada, raramente pedimos posada y si es "noche buena" no le dedicamos ni siquiera unas palabras al niño Dios. El nacimiento de nuestra casa está grande y hermoso, tiene todo, desde "laguitos" de espejo con sus patos, hasta un gallo descabezado recién matado. Aunque a veces ese nacimiento lo ponemos nada más para decorar.
En los intercambios de regalos, nos da pereza pensar en un buen regalo para dar, pero siempre sabemos lo que queremos que nos den. Y, siendo el cumpleaños de Jesús, no queremos ir a la misa del 24 ni del 25 de Diciembre porque alegamos que son largas y cansadas. Nos pesa acudir a la cita y recibir al verdadero cumpleañero.
En pocas palabras, el chiste es aprovechar el pretexto para festejar como se nos dé la gana.
2. IRA
Estamos estresados y nos peleamos con medio mundo al momento de organizar los festejos, de discutir el lugar, la hora, la cooperación y el menú de tan esperados días. En fin, el evento social, los regalos y la comida, consumen nuestras energías y para esos días ya estamos peleados y desgastados, nos olvidamos pues de disfrutar los momentos juntos.
Las carreras por comprar y porque nos rinda el dinero nos hacen entrar en un estado neurótico de impotencia y de frustración. Lidiando con todo lo que hay que comprar para regalar, porque hasta para darle al cartero y al señor de la basura nos tiene que rendir el aguinaldo. Todo porque nuestra navidad gira en torno a la obligación, el consumismo y las apariencias sociales. Que dicho sea de paso, cada vez son más difíciles de sostener.
3. SOBERBIA
Como en algunos lados nos hablan de amor y perdón, nos gana el orgullo y nos resistimos a ser los primeros en tratar de resolver los conflictos o diferencias familiares, laborales o entre amistades. Seguimos con la rutina de vernos, convivir y "rozarnos" con aquellos con los que no queremos estar, pero ante quienes hay mucho qué probar. Además monopolizamos las fiestas y nosotros en nuestra familia, trabajo o comunidad, decidimos quien sí es invitado y quien no. Creemos que somos nosotros y no Jesús, el alma y el motivo de la fiesta.
4. LUJURIA
Estudios científicos han demostrado que el frío invernal, disminuye en el cuerpo la producción de algunas hormonas y trasmisores químicos de nuestro cuerpo, que por su ausencia nos pueden causar un estado de ánimo vulnerable y propenso a la depresión. Es por eso que en invierno y con unos "alcoholes" navideños encima, todos nos sentimos algo solos y tristes. Queremos amar y ser amados y por eso somos más frágiles ante las tentaciones de la carne... andamos más “hambrientos” pues.
Las mujeres se sienten nostálgicas, solas y necesitadas y los hombres nos sentimos superman, creemos ser el remedio a todos sus males.
¿Cuántas historias de infidelidades y desenfreno se viven a diario durante estos eventos? Pretextos hay, y el tiempo se presta para hacerlo.
5. ENVIDIA
Comienzan las competencias, más duras que en las olimpiadas. Competimos para ver quien está mejor vestido, quién compra más y mejor, quién regala cosas más caras, quién tiene mejor auto, quién se embriaga más, quién se divierte más, etc. Y como yo siempre me siento en desventaja, pues el éxito de los demás me rebasa al no poder seguirles el ritmo. Tienen y compran lo que yo tanto anhelo y "merezco", su aguinaldo es muy "jugoso" y además me molesta que sonrían tanto en navidad. Creo que más bien su felicidad la basan en su dinero y en la reacción de los demás. Aunque nadie sabemos como están por dentro en realidad.
6. GULA
Es la más común, hacemos de nuestros banquetes un alarde culinario que mañana temprano se irá al caño y no nos dejará más que miles de calorías extras y una reserva extra de grasa corporal. Nos olvidamos que otras personas necesitan comer y que eso que nosotros comemos no lo compartimos con nadie. Tampoco procuramos que ellos cenen rico también como nosotros, cooperándoles para eso. Nos insensibilizamos a la hora de gastar en vino y comida ¿Por qué? Porque nos es posible.
Además lo más grave de estos excesos es el abuso del alcohol en dizque posadas y en la "noche buena" ¿Cuántas vidas se han perdido gracias a los imprudentes borrachos que manejan por las noches? Sin duda esta Noche Buena no será muy "buena" para algunos... que Dios nos guarde de los efectos de su cumpleaños.
7. AVARICIA
Tenemos aquí al más grande afán navideño, que es: Tener. Sí, complacemos una ansiedad por acumular y un deseo desmedido por lo vano e inútil. No nos falta lo necesario, sin embargo, las mujeres siempre quieren más botas y los hombres, mejores celulares.
Pedimos -de un modo u otro- nuestra "navidad", nombre que regularmente le damos a la propina anual que exigimos con el pretexto de la temporada, por hacer nuestro trabajo.
Y los demás nos deben de organizar posadas y nos las deben de pagar, porque nos merecemos comidas, regalos, música y rifas. ¡Qué ridículo! Como si fuera nuestro cumpleaños.
Además brotan muchos acomedidos que abusan para sacar un "dinerito extra" para sus presentes navideños, pues organizan y piden cooperaciones en las seudo-posadas para no pagar ellos su propia cuota. ¡Qué listos! ¿A ellos quién les pedirá cuentas? ¡Ladrones!
También las compras navideñas se desquician gracias a que creemos que tal o cual cosa jamás la vamos a encontrar más barata o a tantos "meses sin intereses" y por eso hay que tenerla rápido. Ya después veremos si nos hacía falta o no.
Nos centramos en nuestros deseos y caprichos olvidándonos de las necesidades de los más desafortunados. Y nos endeudamos a propósito "hasta el cuello", para que ni un centavo nos sobre, por si hay que ayudar a otros, incluso dentro de nuestra propia familia.
Estos son sólo algunos sencillos ejemplos de la presencia de estos siete invitados especiales a nuestra navidad... yo ya identifiqué a los míos.
¿A quién realmente queremos tener con nosotros en navidad? Si es a Jesús, no te preocupes, es muy fácil, sólo hay que hacer lo que haríamos con cualquier otra fiesta de cumpleaños de un ser muy querido... olvidarnos de lo que nosotros queremos e interesarnos por complacer de verdad al cumpleañero.
Esta navidad, ¿Quieres saber que le gusta a Jesús, para saber que regalarle? Primero, lee en la Biblia pasajes diferentes de los evangelios y después practícalos, porque en ellos está lo que a Jesús le agrada que hagamos, eso sí que será un verdadero regalo para él, que de paso nos enriquecerá a nosotros.
Practicar el amor, el perdón y la caridad sobretodo con los rechazados o desafortunados, sería un excelente regalo para todos: Para Jesús, para los necesitados y para quienes nos decidamos a darlo.
¿A quién o quienes vas a invitar a festejar en esta temporada navideña?
Algunas fiestas como las que celebran la independencia y revolución de México, son verbenas populares que cumplen con su objetivo: tener un pretexto para descansar y parrandear. O como los cumpleaños que congregan a seres queridos para comer y beber, donde se celebra un año más de vida del festejado.
Pero la navidad es la fiesta en la que particularmente se congregan unos miembros muy especiales: los siete pecados capitales. Pareciera que están ahí para celebrar algo, pero no es el pobre nacimiento de Jesús sino el nacimiento de nuestros propios demonios. Sí, surgen en nuestro corazón pequeños diablitos a quienes "parimos" y que, pareciéramos prepararles no un humilde pesebre con heno, sino una hermosa cunita de oro.
He aquí ejemplos de estos 7 pequeños engendros que gustosos recibimos en la navidad, y que en ocasiones alimentamos con mucho interés todo el año.
Identifiquemos cada cual a estos 7 invitados que en navidad sustituyen al nacimiento de Jesús en nosotros:
1. PEREZA
Nos gusta celebrar la navidad pero nos da flojera hacerlo como se acostumbra. Si es una posada, raramente pedimos posada y si es "noche buena" no le dedicamos ni siquiera unas palabras al niño Dios. El nacimiento de nuestra casa está grande y hermoso, tiene todo, desde "laguitos" de espejo con sus patos, hasta un gallo descabezado recién matado. Aunque a veces ese nacimiento lo ponemos nada más para decorar.
En los intercambios de regalos, nos da pereza pensar en un buen regalo para dar, pero siempre sabemos lo que queremos que nos den. Y, siendo el cumpleaños de Jesús, no queremos ir a la misa del 24 ni del 25 de Diciembre porque alegamos que son largas y cansadas. Nos pesa acudir a la cita y recibir al verdadero cumpleañero.
En pocas palabras, el chiste es aprovechar el pretexto para festejar como se nos dé la gana.
2. IRA
Estamos estresados y nos peleamos con medio mundo al momento de organizar los festejos, de discutir el lugar, la hora, la cooperación y el menú de tan esperados días. En fin, el evento social, los regalos y la comida, consumen nuestras energías y para esos días ya estamos peleados y desgastados, nos olvidamos pues de disfrutar los momentos juntos.
Las carreras por comprar y porque nos rinda el dinero nos hacen entrar en un estado neurótico de impotencia y de frustración. Lidiando con todo lo que hay que comprar para regalar, porque hasta para darle al cartero y al señor de la basura nos tiene que rendir el aguinaldo. Todo porque nuestra navidad gira en torno a la obligación, el consumismo y las apariencias sociales. Que dicho sea de paso, cada vez son más difíciles de sostener.
3. SOBERBIA
Como en algunos lados nos hablan de amor y perdón, nos gana el orgullo y nos resistimos a ser los primeros en tratar de resolver los conflictos o diferencias familiares, laborales o entre amistades. Seguimos con la rutina de vernos, convivir y "rozarnos" con aquellos con los que no queremos estar, pero ante quienes hay mucho qué probar. Además monopolizamos las fiestas y nosotros en nuestra familia, trabajo o comunidad, decidimos quien sí es invitado y quien no. Creemos que somos nosotros y no Jesús, el alma y el motivo de la fiesta.
4. LUJURIA
Estudios científicos han demostrado que el frío invernal, disminuye en el cuerpo la producción de algunas hormonas y trasmisores químicos de nuestro cuerpo, que por su ausencia nos pueden causar un estado de ánimo vulnerable y propenso a la depresión. Es por eso que en invierno y con unos "alcoholes" navideños encima, todos nos sentimos algo solos y tristes. Queremos amar y ser amados y por eso somos más frágiles ante las tentaciones de la carne... andamos más “hambrientos” pues.
Las mujeres se sienten nostálgicas, solas y necesitadas y los hombres nos sentimos superman, creemos ser el remedio a todos sus males.
¿Cuántas historias de infidelidades y desenfreno se viven a diario durante estos eventos? Pretextos hay, y el tiempo se presta para hacerlo.
5. ENVIDIA
Comienzan las competencias, más duras que en las olimpiadas. Competimos para ver quien está mejor vestido, quién compra más y mejor, quién regala cosas más caras, quién tiene mejor auto, quién se embriaga más, quién se divierte más, etc. Y como yo siempre me siento en desventaja, pues el éxito de los demás me rebasa al no poder seguirles el ritmo. Tienen y compran lo que yo tanto anhelo y "merezco", su aguinaldo es muy "jugoso" y además me molesta que sonrían tanto en navidad. Creo que más bien su felicidad la basan en su dinero y en la reacción de los demás. Aunque nadie sabemos como están por dentro en realidad.
6. GULA
Es la más común, hacemos de nuestros banquetes un alarde culinario que mañana temprano se irá al caño y no nos dejará más que miles de calorías extras y una reserva extra de grasa corporal. Nos olvidamos que otras personas necesitan comer y que eso que nosotros comemos no lo compartimos con nadie. Tampoco procuramos que ellos cenen rico también como nosotros, cooperándoles para eso. Nos insensibilizamos a la hora de gastar en vino y comida ¿Por qué? Porque nos es posible.
Además lo más grave de estos excesos es el abuso del alcohol en dizque posadas y en la "noche buena" ¿Cuántas vidas se han perdido gracias a los imprudentes borrachos que manejan por las noches? Sin duda esta Noche Buena no será muy "buena" para algunos... que Dios nos guarde de los efectos de su cumpleaños.
7. AVARICIA
Tenemos aquí al más grande afán navideño, que es: Tener. Sí, complacemos una ansiedad por acumular y un deseo desmedido por lo vano e inútil. No nos falta lo necesario, sin embargo, las mujeres siempre quieren más botas y los hombres, mejores celulares.
Pedimos -de un modo u otro- nuestra "navidad", nombre que regularmente le damos a la propina anual que exigimos con el pretexto de la temporada, por hacer nuestro trabajo.
Y los demás nos deben de organizar posadas y nos las deben de pagar, porque nos merecemos comidas, regalos, música y rifas. ¡Qué ridículo! Como si fuera nuestro cumpleaños.
Además brotan muchos acomedidos que abusan para sacar un "dinerito extra" para sus presentes navideños, pues organizan y piden cooperaciones en las seudo-posadas para no pagar ellos su propia cuota. ¡Qué listos! ¿A ellos quién les pedirá cuentas? ¡Ladrones!
También las compras navideñas se desquician gracias a que creemos que tal o cual cosa jamás la vamos a encontrar más barata o a tantos "meses sin intereses" y por eso hay que tenerla rápido. Ya después veremos si nos hacía falta o no.
Nos centramos en nuestros deseos y caprichos olvidándonos de las necesidades de los más desafortunados. Y nos endeudamos a propósito "hasta el cuello", para que ni un centavo nos sobre, por si hay que ayudar a otros, incluso dentro de nuestra propia familia.
Estos son sólo algunos sencillos ejemplos de la presencia de estos siete invitados especiales a nuestra navidad... yo ya identifiqué a los míos.
¿A quién realmente queremos tener con nosotros en navidad? Si es a Jesús, no te preocupes, es muy fácil, sólo hay que hacer lo que haríamos con cualquier otra fiesta de cumpleaños de un ser muy querido... olvidarnos de lo que nosotros queremos e interesarnos por complacer de verdad al cumpleañero.
Esta navidad, ¿Quieres saber que le gusta a Jesús, para saber que regalarle? Primero, lee en la Biblia pasajes diferentes de los evangelios y después practícalos, porque en ellos está lo que a Jesús le agrada que hagamos, eso sí que será un verdadero regalo para él, que de paso nos enriquecerá a nosotros.
Practicar el amor, el perdón y la caridad sobretodo con los rechazados o desafortunados, sería un excelente regalo para todos: Para Jesús, para los necesitados y para quienes nos decidamos a darlo.
¿A quién o quienes vas a invitar a festejar en esta temporada navideña?
domingo, 19 de diciembre de 2010
SACUDO EL POLVO DE MIS PIES
Del evangelio de Mateo 10, 14-15.
“Y si alguno no os recibiere, ni oyere vuestras palabras, salid de aquella casa o ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies. De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y de Gomorra, que para aquella ciudad”
Evangelizar es proclamar con palabras y hechos a Jesucristo como único salvador y convertirse a Él y sólo a Él. Y qué importante es seguir su consejo cuando algunas personas no quieran aceptar ésta Buena Noticia. Porque las hay y siempre las hubo.
Sin duda como evangelizadores nos encontraremos en nuestro camino con corazones, familias enteras y pueblos completos que no acepten el evangelio de Jesús en donde está contenida la clave de la felicidad y de la vida de gloria que nos promete después de la muerte.
Lo más seguro es que, cuando alguien rechaza dichas promesas o el proyecto de vida que Jesús propone, es porque va contrario a los intereses que actualmente lo(s) mueve(n).
Y es que, ya sabemos (los que conocemos y amamos los evangelios) todo lo que implica adoptar y hacer nuestra, la vida y obras de Jesús: Nos compromete a ser como Él. Muy difícil en estos tiempos, al igual que lo fue en los tiempos del mismo Jesús.
¿Qué significa “sacudan el polvo de sus pies”?
Para empezar debemos estar seguros que el mensaje que comunicamos es en verdad el de Jesucristo y que en verdad es una buena noticia. A veces nuestro mensaje puede ser rechazado porque no es verdaderamente a Jesús a quien llevamos a la puerta de alguien. Son devociones o imágenes falsas, grotescas y distorsionadas, tanto de Jesús como de Dios Padre o del Espíritu Santo. Eso no es llevar la Buena Nueva, aunque a veces sean mejor aceptados esos falsos mensajes que el verdadero.
Debe existir una legítima intención de llevar el amor de Dios al corazón de ésta persona y el mensaje de Jesús, basado precisamente en los evangelios.
Cuando aún así, Jesús es rechazado: es aquí donde “sacudo mis pies”.
Significa desentenderse de esa o esas personas. Haber cumplido la misión a pesar de que no haya sido aceptado el mensaje. Las personas están en su derecho de aceptarlo o no.
Verás, nuestra obligación es portar el mensaje y entregarlo del mejor modo y de la manera más fiel posible. NOSOTROS NO SOMOS LOS RESPONSABLES POR QUE EL MENSAJE TRANSFORME EL CORAZÓN DE LA PERSONA Y CAMBIE SU VIDA. No tenemos ese poder, ningún ser humano tiene esa capacidad. Ése es el papel de Dios, del Espíritu Santo específicamente.
Sacudir los pies quiere decir también que deje esa “tierra”, abandonar ese sentimiento de coraje o frustración ahí mismo, esa sensación negativa que se puede confundir con el verdadero celo por el evangelio. Debo limpiar ese rastro para no ir ensuciando otras partes, para así no manchar el camino. Significa no llevar esa suciedad, esa amargura u odio hasta mi hogar y mucho menos dejarlo anidar e incubarse en mi corazón. No, ese "polvo" debe quedarse atrás.
Si no es así, estaré pensando en esas manchas todo el tiempo. Tendré miedo de ensuciarme más en la próxima casa o con la siguente persona, en la próxima comunidad, en el próximo pueblo, en mi propia familia o en la de alguien más. Al final, si no dejo atrás ese polvo en vez de llevar y entregar limpio mi mensaje, entregaré un mensaje tan terregoso y sucio que será imposible de recibir y entender por nadie.
Es Jesús quien advierte a aquellos duros de corazón que se rehusaron a recibir su mensaje. Será duro. A nosotros no nos corresponde “hacer llover fuego” sobre ellos, ni desearles ningún mal. El verdadero apóstol de Cristo responde con bendiciones a las maldiciones.
No nos corresponde detener nuestra misión ni desviarnos de nuestro objetivo por mantener peleas o discusiones que no dejarán ningún buen fruto, ni siquiera los haremos cambiar de parecer. A mi, como discípulo de Jesús, como su verdadero apóstol sólo me corresponde: “sacudirme el polvo de los pies” y seguir llevando la Buena Nueva... aunque los pies se me vuelvan a ensuciar una y otra y otra vez...
jueves, 16 de diciembre de 2010
¿DOY O QUITO?
En esta temporada, muchos coincidimos en la necesidad de dar algo a quienes no tienen nada. Y viene a nuestro corazón un deseo de ayudar en esta temporada navideña. Pero, cuando cada año nos volvemos tan “dadivosos”, vale la pena hacer una profunda reflexión acerca de la autenticidad en nuestra intención de dar.
Cuando se acerca la fiesta de la Navidad, parece que veo de manera más sensible las cosas, no sé si es por el frío o porque de verdad la fecha en que celebramos el nacimiento de Jesucristo, me invita a pensar en los demás aunque sea un poco. Cuando veo personas muy pobres pienso: “¿Qué será de su navidad, dónde la pasarán, qué cenarán? ¿Les traerá el niño Dios algo a sus hijos? Porque obviamente las condiciones de “su niño Dios” no son las mismas que las del nuestro. Por eso creo que ante cualquier duda, cuestionamiento o reflexión, hay que ir a la raíz.
Primero ¿Por qué estas personas son tan pobres? Bien, pues fue un empresario, quien me dio la respuesta -sin quererlo-. Platicando con él y al hacerle una crítica acerca de los bajísimos salarios de que le pagaba a sus empleados, este me respondió de manera diplomática: “Es que no se pudo llegar a una negociación con ellos, porque lo que pedían no era conveniente para la empresa”.
Muchos -casi todos- de los que de algún modo han tenido más oportunidades de progresar económicamente, lo han logrado gracias a la sustitución de la justicia, por la conveniencia. Era justo el incremento que necesitaban estos trabajadores, sin embargo, para los que tienen mucho ya no es conveniente ser justo. La injusticia social entonces, es la verdadera causa de la extrema pobreza que existe en nuestro país. Y la generan aquellos que de verdad creen que la vida no debe ser justa, sino conveniente.
¿Cuál es la principal causa de la injusticia? De manera inconsciente volvió a responderme este mismo patrón: “Si les pago más, ya no puedo competir, y la verdad es que yo no pienso ganar menos, para darles más a ellos que ni siquiera tienen estudios”.
La competencia en materia de negocios provoca injusticia social, porque con el afán de posicionarse o de cotizarse mejor en un mercado, se sacrifica siempre a los que están por “debajo”, y obviamente son los obreros los más desprotegidos.
Los empresarios, ahora se disfrazan y se justifican de exitosos, cuando en realidad son individuos ventajosos que esconden sus mezquinas intenciones, refugiados tras los intereses de una empresa a la cual responsabilizan o defienden ante cualquier reclamo como si fuera un ente autónomo. Además, estos ejecutivos cobardes violentan los derechos laborales de sus empleados como prestaciones, aguinaldos, vales, infonavit, utilidades, etc. Estos “emprendedores”, saben o se asesoran muy bien para escudarse en la ley y ejecutar artimañas para evadir o pagarle menos a sus trabajadores y también al fisco. Pero eso sí, ellos nunca pierden lo que creen que les corresponde, que para ellos siempre es mucho y nunca es suficiente.
Los patrones injustos, con estos abusos reducen al mínimo la posibilidad de que sus trabajadores ofrezcan a su familia una vida mejor cuando no les dan lo justo para que progresen. Por eso, ellos de esta manera se aseguran que, así como sus riquezas quedarán “en familia”, también la pobreza que propician, se quede en las familias que en un futuro sostendrán a las suyas. Porque alguien se tiene que seguir sacrificando ¿no?
¿A qué orillan entonces a los trabajadores con esos bajos sueldos? A vivir como puedan y a habitar también en donde puedan, casi siempre será en lugares peligrosos, inseguros y que no cuentan con los servicios básicos y que además son de alto riesgo. Como si estuvieran especialmente diseñados para ellos. El margen, la orilla, la periferia, ésa es para los que “no estudiaron”.
¿Te sigues cuestionando quién es el culpable de la pobreza y la miseria que es aún más evidente en navidad?
Por eso suena tan falso que tanto en las tragedias humanas, los desastres naturales y en la temporada navideña, algunos simulemos un interés solidario por aquellos quienes son el resultado de nuestra propia ambición. Creemos que con ello les hablamos de Dios y se los mostramos con nuestras chácharas, los incluimos en nuestras superficiales oraciones y nos acordamos de los pobres con algo de despensa un solo día al año. Y los otros 364 días nos dedicamos a hacerlos más miserables. Claro, como somos muy sensibles, cristianos y compasivos en esta época, hurgamos entre nuestras sobras para tener algo que “donarles” a ellos en su navidad como: suéteres usados, ropa sucia y juguetes descompuestos ¡qué buenos somos! Además así también enseñamos a nuestros hijos a ser tan caritativos como nosotros.
Sin embargo: “no hay que dar por caridad, lo que debemos por justicia”.
En teoría, la temporada navideña no es para darnos regalos unos a otros, en la navidad recibimos un solo regalo, y este viene de parte de Dios para todos los hombres. En la navidad no habría necesidad de “darnos”, si el resto del año no nos “quitáramos”.
No habría necesidad de pedirnos perdón, si no nos ofendiéramos todo el año.
No habría necesidad de acordarnos de nuestros padres, si no los olvidáramos todo el año.
No habría necesidad de posadas y rifas en las empresas, si no se los defraudaran todo el año. Y sobretodo, no habría necesidad de regalos materiales, si viviéramos el verdadero sentido de la navidad todo el año.
La navidad es la celebración del nacimiento de quien se supone es nuestro “Señor”, pero ¿realmente lo es? Porque los criterios de Jesús no parecen ser lo suficientemente “convenientes”, “exitosos” y “progresistas” como para que rijan por completo nuestras vidas. ¿Quién es entonces nuestro “Señor”? ¿La comodidad, el dinero, la injusticia, las ventas nocturnas, los intercambios, los meses sin intereses, la corrupción, la conveniencia, el desorden, la ambición, el abuso?
“Dar”, para Jesús, no es regalar un poco de lo mucho que no nos pertenece. Para él, “dar”, es ir más allá incluso de la seguridad y la satisfacción espiritual que nos provee el ser justos y el cumplir con nuestro deber. La verdadera generosidad, para Jesús, es dar por amor a los demás y ello significa también no abusar ni defraudarlos.
Por eso, reflexionando “desde la raíz”, me pregunto: en esta navidad ¿Doy o quito?
viernes, 10 de diciembre de 2010
¿QUÉ FUISTE A VER?
En aquel tiempo,Juan se encontraba en la cárcel, y habiendo oído hablar de las obras de Cristo, le mandó a preguntar por medio de dos de sus discípulos:
«¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?»
Jesús les respondió: «Vayan a contar a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Dichoso el que no se siente defraudado por mí!»
Cuando se fueron los discípulos, Jesús se puso a hablar a la gente acerca de Juan:
«¿Qué fueron a ver en el desierto?, ¿una caña sacudida por el viento? Pues, ¿qué fueron a ver? ¿Un hombre lujosamente vestido? Los que visten con lujo habitan en los palacios. ¿A qué fueron, pues? ¿A ver a un profeta? Sí, y les aseguro que más que un profeta.
Porque de él está escrito: “Yo envío mi mensajero por delante de ti y te prepare el camino”.
Les aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista, aunque el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que él».
Creo que en la vida del ser humano hay dos principales búsquedas, una es la búsqueda de la felicidad y la otra es la búsqueda de la verdad. No es lo mismo, aunque en algún momento se relacionan, quizá se involucren y convivan juntas por un tiempo.
Pero ¿qué es lo más importante a la hora de buscar a la verdad y a la felicidad?
Tener la intención de encontrarlas.
Podemos a lo largo de nuestra existencia, oír y leer toda la Biblia, escuchar a todo tipo de autores, conferencistas, predicadores, etc. Podemos además memorizar manuales, instructivos, normas, disciplinas, críticas, consejos y señalamientos que nos pueden ayudar a conocer la verdad y ser felices, pero el problema es que al oírlos, no siempre nos gusta lo que ello implica: un cambio. Conocer la verdad y procurar ser felices implica este cambio, convertido en esfuerzo y fidelidad.
Por eso, el principal indicador de que vamos en la dirección correcta al buscar la verdad y la felicidad es que ambas exigen compromiso. Y cualquiera que no esté dispuesto a comprometerse, difícilmente las tendrá. Podrá contemplarlas, acariciarlas y admirarlas hasta que se dé cuenta de su precio. Entonces, le parecerá demasiado alto aunque pueda pagarlo.
Para empezar, yo creo que la felicidad no es un estado permanente sino momentáneo, todos lo hemos vivido y por lo tanto sé que hay que esforzarse diario, con la conciencia de que no siempre estará en nuestras manos, pero que debemos aprovecharla cuando por instantes esté presente. Y en el caso de la verdad, sólo hay una y por eso al conocerla hay que aceptarla tal cual es para ponerla en práctica y no perder tiempo.
Ante la incapacidad del hombre de entender y aplicar ideas y conductas que lo llevaran realmente a la verdad y a la felicidad, Dios mandó a Jesús. Y para preparar la llegada de Jesús que es La Verdad, Dios se valió de Juan el Bautista.
Juan era el mensajero que vendría "adelantito" de Jesús, el que anunciaría el Reino y exhortaría a la gente a que cambiara su modo de vida, para su propio bien.
Multitudes se congregaban a oír a Juan y se bautizaban. Pero esos muchos que acudían ¿Qué era lo que buscaban al ir ante Juan “el bautista”?. Creo que lo que todos seguimos buscando hoy: la verdad y la felicidad.
Muchos al ir al desierto, se aventuraban a escuchar por boca de Juan, el método 100% efectivo que ofrecía para ser feliz: el arrepentimiento por los errores cometidos y el firme compromiso de mejorar, en pocas palabras, la conversión. El cambio de mis obras e ideas negativas por aquellas que después me propondría Jesús: La verdad.
¿Qué pasaba con toda esa gente que acudía a Juan y lo escuchaba?
Encontraba lo que tanto buscaba, pero ¡OH, sorpresa! No era lo que la gente quería escuchar. Aún así muchos se convertían y otros simplemente lo creían loco o un simple profeta harapiento que comía bichos.
¿Por qué no andaba Juan predicando y bautizando con lujosas vestiduras? Quizá estaba convencido de que lo importante era su mensaje y/o porque nadie debería recibir dinero por hablar de Dios. El dinero compromete al mensaje y de paso corrompe al mensajero, por más bueno que sea... y él lo sabía.
Primero Juan “el Bautista” y después Jesús, nos enseñan que la verdad y la felicidad que predicaban, se deben de anunciar gratis para que aquel que se decida a creer y convertirse, lo haga convencido y sin sentirse obligado o timado.
Sin saberlo pues, aquellos que buscaban oír lo que querían, recibían a cambio la “pura” verdad. Esa que después de oírla, unos, convencidos la practicaban y otros, convencidos la ignoraban. Por eso Jesús en este pasaje preguntaba a los discípulos: “¿qué fueron a ver al desierto?”
Fueron a ver a un profeta ¿no es cierto? Entonces, si fueron esperando oír lo que querían oír, se habían equivocado de lugar. Porque a eso se dedican los profetas. No nos “dan por nuestro lado”, nos dicen aquello que necesitamos oír, nos guste o no.
Jesús afirma que será más severo el juicio con aquellos que aún presenciando sus milagros y escuchando su Palabra, decidieron seguir siendo los mismos. No así con los otros que no tuvieron éxito en su búsqueda de la verdad y la felicidad. O aquellos que dentro su ignorancia, carencias y falta de cultura, vivieron como pudieron y no como hubieran querido. Aquellos quienes no tuvieron la ventaja de conocer bien a Jesús, y que nadie les reveló la verdad. Por eso con ellos el juicio será diferente.
Jesús es la verdad, es la única fórmula para la felicidad que habíamos estado buscando y ahora sólo falta practicar lo que nos dice en el evangelio para que se lleve a cabo en nuestras vidas, en nuestra familia, en nuestra sociedad, en la religión, en la política, en la economía, en la ecología, etc.
Él es quien revela la verdad y al mismo tiempo es quien brinda la fuerza, el descanso y el consuelo para vivir de acuerdo a ella; la responsabilidad es mucha, es cierto, pero ahora que fuimos a buscar y encontramos... ya no hay marcha atrás. Ya nada será tan fácil y cómodo como antes, pero ahora ya todo tiene un sentido, y es mejor así.
Jesús en este pasaje del evangelio, en pocas palabras nos advierte que quien busca la verdad corre el riesgo de encontrarla.
Y tú... ¿qué fuiste a ver al desierto?
sábado, 4 de diciembre de 2010
TELETONES PARA LOS GÜEVONES
Del Evangelio de Mateo 3, 1-12
En aquel tiempo, comenzó Juan el Bautista a predicar en el desierto de Judea, diciendo:
«Arrepiéntanse, porque el Reino de los cielos está cerca». Juan es aquel que anunció el profeta Isaías diciendo:
Una voz clama en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos.
Juan usaba un vestido de piel de camello, con un cinturón de cuero a la cintura, y se alimentaba de grillos y miel silvestre. Acudían a oírlo los habitantes de Jerusalén, de Judea y de la región cercana al Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el río.
Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo:
«Raza de víboras, ¿quién les ha dicho que podrán escapar al castigo que les aguarda? Hagan ver con obras su arrepentimiento. Y no se hagan ilusiones pensando que tienen por padre a Abrahán, porque les aseguro que hasta de estas piedras puede Dios sacar hijos de Abrahán. Ya toca el hacha la raíz de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será cortado y arrojado al fuego.
Yo los bautizo con agua para que se arrepientan; pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y yo no soy digno ni de quitarle las sandalias. El los bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene la horquilla en la mano para separar el trigo de la paja y reunir el trigo en su granero; quemará la paja en un una hoguera que no se apaga».
En aquel tiempo, comenzó Juan el Bautista a predicar en el desierto de Judea, diciendo:
«Arrepiéntanse, porque el Reino de los cielos está cerca». Juan es aquel que anunció el profeta Isaías diciendo:
Una voz clama en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos.
Juan usaba un vestido de piel de camello, con un cinturón de cuero a la cintura, y se alimentaba de grillos y miel silvestre. Acudían a oírlo los habitantes de Jerusalén, de Judea y de la región cercana al Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el río.
Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo:
«Raza de víboras, ¿quién les ha dicho que podrán escapar al castigo que les aguarda? Hagan ver con obras su arrepentimiento. Y no se hagan ilusiones pensando que tienen por padre a Abrahán, porque les aseguro que hasta de estas piedras puede Dios sacar hijos de Abrahán. Ya toca el hacha la raíz de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será cortado y arrojado al fuego.
Yo los bautizo con agua para que se arrepientan; pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y yo no soy digno ni de quitarle las sandalias. El los bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene la horquilla en la mano para separar el trigo de la paja y reunir el trigo en su granero; quemará la paja en un una hoguera que no se apaga».
En estas temporadas prenavideñas muchos aprovechan la “sensibilidad” generalizada de la gente para hacer magnas obras de beneficencia como los ya acostumbrados y famosos teletones. Campañas televisivas en las que nos muestran la necesidad urgente de algún sector -niños con algún tipo de discapacidad en el caso de México- o simplemente hacer una colecta de juguetes para repartirlos entre los niños más necesitados. El tema de esta reflexión no es analizar si es bueno o es malo ayudar estas obras, ya que hay muchos que aseguran tienen de trasfondo artimañas financieras legalmente válidas en las que, estas empresas salen “ganando” por ejemplo, con trucos para reducir impuestos, etc.
Éstas campañas sin embargo, no existirían si cada uno de nosotros a nivel personal o comunitario, ayudáramos y canalizáramos esa ayuda que depositamos confiadamente en otras manos esperando que ellos la entreguen y la administren a su antojo. Todos sabemos que donde está el dinero están las tentaciones y estamos poniendo a sus pies esas tentaciones.
¿Qué tiene que ver lo anterior con lo que dice Juan el Bautista a los fariseos, según el evangelio?
Los fariseos se acercaron a bautizarse sólo para que la gente los mirara y creyeran que en verdad querían “convertirse”. Los fariseos se estaban preocupando solamente por la imagen que los demás tenían de ellos. Eran maestros de la ley -muy preparados sin duda- pero que abusaban del pueblo, que tenían oprimidos a sus propios hermanos. Esperaban que, con cumplir con el rito del bautismo iban a conseguir la salvación, sin tener la intención en su corazón de verdaderamente cambiar de vida, sin querer verdaderamente que el Espíritu Santo habitase en ellos. Tal y como ocurre hoy en día con aquellos que nos llamamos a nosotros mismos “cristianos”. Hay quienes creen que, por estudiar más las “leyes de Dios” se salvarán. Aquellos hipócritas que ya descubrieron que sus estudios y el cumplimiento de leyes absurdas no los han de salvar, tienen el descaro de presentarse ante Dios pretendiendo engañarlo con una falsa humildad ante él. Pero Juan los desenmascara. Les advierte que no bastará la misericordia de Dios para aquellos que quieren engañarlo. Los fariseos se creían hijos privilegiados de Dios por encima de sus demás hermanos. Por eso Juan les dice que si Dios así lo quisiera, sacaría hijos de las mismas piedras.
Esto de los teletones explota precisamente esa intención de engañar a Dios con una falsa misericordia, con una bondad fingida, con un corazón podrido disfrazado de uno puro y sincero.
Si cada uno de nosotros practicáramos verdadera misericordia no tendríamos que llegar a este tipo de “gran solución” como lo son estas campañas, no sólo de teletones, sino de educación, salud, etc.
Si nos preocupáramos y ocupáramos verdaderamente por los demás veríamos por ejemplo,que las leyes se cumplieran, que en nuestras empresas se pagaran salarios justos, que no hubiera discriminación, racismo, etc. Que como padres cuidáramos la educación de los hijos exigiendo en las escuelas una mejor calidad, maestros capacitados, mejores condiciones etc. Si así fuera habría menos drogadicción, menos embarazos no planeados, menos violaciones, menos crímenes...
Si en nuestras familias fuéramos solidarios ante las necesidades de todos sus miembros. Familias en las que los recursos no son suficientes y sin embargo hay miembros de éstas que no trabajan o trabajan y no aportan, o además de eso roban y causan inestabilidad.
Si en verdad cada uno de nosotros nos acercáramos a “bautizarnos” cada día, pidiendo una verdadera conversión a Dios en la que, dejáramos al Espíritu Santo actuar, otra cosa sería no para sólo nuestro México sino el mundo entero. Éste sería el verdadero Reino de Dios del que Jesús nos habla y quiere que logremos aquí en la tierra.
Juan el Bautista dice: “hagan ver con obras su arrepentimiento”. No hay más. Y en vez de dar unas monedas –o muchos billetes- a unas alcancías, ¿porqué mejor no llevamos un juguete y se lo entregamos a un niño en sus manos y le damos un abrazo? ¿Porqué mejor en vez de un redondeo de cuenta en el súper compramos una lata de atún, un litro de leche o un pan dulce y se lo damos a un mendigo y lo bendecimos? ¿Y si en vez de visitar y regalar cosas inútiles a "amigos" con los que ni siquiera queremos estar, mejor visitamos a un ancianito, a un niño con discapacidad o a un familiar olvidado y nos tomamos una tarde o un día completo para acompañarlos y ayudarlos?
Y no esperes que todo el mundo se de cuenta de lo que hagas por los demás portando calcomanías en tu ropa o en tu auto, o con pulseritas o apareciendo en televisión nacional: Dios que ve en lo secreto lo sabe (Mateo 6, 1-4.).
Muchos dirán: “¿y qué importa lo que diga ese Juan el Bautista, ese loco que vive en el desierto vestido con piel de camello y que comía sólo miel y grillos. Quién es él para que nos diga estas cosas?.”
Si verdaderamente te consideras un seguidor de Cristo, y te dices estar “enamorado” y “apasionado” por Él, entonces aceptarás la autoridad que el mismo Dios le ha dado y que Jesús refrenda de este profeta Juan: “Les aseguro que, entre todos los hombres, ninguno ha sido más grande que Juan el Bautista...” (Mateo 11, 11.).
¿Porqué nos cuesta tanto ver a Jesús cara a cara en nuestros hermanos necesitados? Porque probablemente, después del olvido, abandono y opresión en el que los tenemos, tengamos miedo de presentarnos ante Él. Si en verdad tuviéramos fe, sabríamos que no tiene Jesús para nadie que decide cambiar de vida, ningún reproche, al contrario, estaríamos gozando aqui en la tierra de su verdadera presencia. Es lo que un verdadero cristiano anhela... ¿o no?
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