domingo, 19 de diciembre de 2010

SACUDO EL POLVO DE MIS PIES

Del evangelio de Mateo 10, 14-15.

“Y si alguno no os recibiere, ni oyere vuestras palabras, salid de aquella casa o ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies. De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y de Gomorra, que para aquella ciudad” 

Evangelizar es proclamar con palabras y hechos a Jesucristo como único salvador y convertirse a Él y sólo a Él. Y qué importante es seguir su consejo cuando algunas personas no quieran aceptar ésta Buena Noticia. Porque las hay y siempre las hubo.

Sin duda como evangelizadores nos encontraremos en nuestro camino con corazones, familias enteras y pueblos completos que no acepten el evangelio de Jesús en donde está contenida la clave de la felicidad y de la vida de gloria que nos promete después de la muerte.

Lo más seguro es que, cuando alguien rechaza dichas promesas o el proyecto de vida que Jesús propone, es porque va contrario a los intereses que actualmente lo(s) mueve(n).

Y es que, ya sabemos (los que conocemos y amamos los evangelios) todo lo que implica adoptar y hacer nuestra, la vida y obras de Jesús: Nos compromete a ser como Él. Muy difícil en estos tiempos, al igual que lo fue en los tiempos del mismo Jesús.

¿Qué significa “sacudan el polvo de sus pies”?

Para empezar debemos estar seguros que el mensaje que comunicamos es en verdad el de Jesucristo y que en verdad es una buena noticia. A veces nuestro mensaje puede ser rechazado porque no es verdaderamente a Jesús a quien llevamos a la puerta de alguien. Son devociones o imágenes falsas, grotescas y distorsionadas, tanto de Jesús como de Dios Padre o del Espíritu Santo. Eso no es llevar la Buena Nueva, aunque a veces sean mejor aceptados esos falsos mensajes que el verdadero.

Debe existir una legítima intención de llevar el amor de Dios al corazón de ésta persona y el mensaje de Jesús, basado precisamente en los evangelios.

Cuando aún así, Jesús es rechazado: es aquí donde “sacudo mis pies”.

Significa desentenderse de esa o esas personas. Haber cumplido la misión a pesar de que no haya sido aceptado el mensaje. Las personas están en su derecho de aceptarlo o no. 

Verás, nuestra obligación es portar el mensaje y entregarlo del mejor modo y de la manera más fiel posible. NOSOTROS NO SOMOS LOS RESPONSABLES POR QUE EL MENSAJE TRANSFORME EL CORAZÓN DE LA PERSONA Y CAMBIE SU VIDA. No tenemos ese poder, ningún ser humano tiene esa capacidad. Ése es el papel de Dios, del Espíritu Santo específicamente.

Sacudir los pies quiere decir también que deje esa “tierra”, abandonar ese sentimiento de coraje o frustración ahí mismo, esa sensación negativa que se puede confundir con el verdadero celo por el evangelio. Debo limpiar ese rastro para no ir ensuciando otras partes, para así no manchar el camino. Significa no llevar esa suciedad, esa amargura u odio hasta mi hogar y mucho menos dejarlo anidar e incubarse en mi corazón. No, ese "polvo" debe quedarse atrás.

Si no es así, estaré pensando en esas manchas todo el tiempo. Tendré miedo de ensuciarme más en la próxima casa o con la siguente persona, en la próxima comunidad, en el próximo pueblo, en mi propia familia o en la de alguien más. Al final, si no dejo atrás ese polvo en vez de llevar y entregar limpio mi mensaje, entregaré un mensaje tan terregoso y sucio que será imposible de recibir y entender por nadie.

Es Jesús quien advierte a aquellos duros de corazón que se rehusaron a recibir su mensaje. Será duro. A nosotros no nos corresponde “hacer llover fuego” sobre ellos, ni desearles ningún mal. El verdadero apóstol de Cristo responde con bendiciones a las maldiciones.

No nos corresponde detener nuestra misión ni desviarnos de nuestro objetivo por mantener peleas o discusiones que no dejarán ningún buen fruto, ni siquiera los haremos cambiar de parecer. A mi, como discípulo de Jesús, como su verdadero apóstol sólo me corresponde: “sacudirme el polvo de los pies” y seguir llevando la Buena Nueva... aunque los pies se me vuelvan a ensuciar una y otra y otra vez...

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