En aquel tiempo, comenzó Juan el Bautista a predicar en el desierto de Judea, diciendo:
«Arrepiéntanse, porque el Reino de los cielos está cerca». Juan es aquel que anunció el profeta Isaías diciendo:
Una voz clama en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos.
Juan usaba un vestido de piel de camello, con un cinturón de cuero a la cintura, y se alimentaba de grillos y miel silvestre. Acudían a oírlo los habitantes de Jerusalén, de Judea y de la región cercana al Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el río.
Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo:
«Raza de víboras, ¿quién les ha dicho que podrán escapar al castigo que les aguarda? Hagan ver con obras su arrepentimiento. Y no se hagan ilusiones pensando que tienen por padre a Abrahán, porque les aseguro que hasta de estas piedras puede Dios sacar hijos de Abrahán. Ya toca el hacha la raíz de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será cortado y arrojado al fuego.
Yo los bautizo con agua para que se arrepientan; pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y yo no soy digno ni de quitarle las sandalias. El los bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene la horquilla en la mano para separar el trigo de la paja y reunir el trigo en su granero; quemará la paja en un una hoguera que no se apaga».
En estas temporadas prenavideñas muchos aprovechan la “sensibilidad” generalizada de la gente para hacer magnas obras de beneficencia como los ya acostumbrados y famosos teletones. Campañas televisivas en las que nos muestran la necesidad urgente de algún sector -niños con algún tipo de discapacidad en el caso de México- o simplemente hacer una colecta de juguetes para repartirlos entre los niños más necesitados. El tema de esta reflexión no es analizar si es bueno o es malo ayudar estas obras, ya que hay muchos que aseguran tienen de trasfondo artimañas financieras legalmente válidas en las que, estas empresas salen “ganando” por ejemplo, con trucos para reducir impuestos, etc.
Éstas campañas sin embargo, no existirían si cada uno de nosotros a nivel personal o comunitario, ayudáramos y canalizáramos esa ayuda que depositamos confiadamente en otras manos esperando que ellos la entreguen y la administren a su antojo. Todos sabemos que donde está el dinero están las tentaciones y estamos poniendo a sus pies esas tentaciones.
¿Qué tiene que ver lo anterior con lo que dice Juan el Bautista a los fariseos, según el evangelio?
Los fariseos se acercaron a bautizarse sólo para que la gente los mirara y creyeran que en verdad querían “convertirse”. Los fariseos se estaban preocupando solamente por la imagen que los demás tenían de ellos. Eran maestros de la ley -muy preparados sin duda- pero que abusaban del pueblo, que tenían oprimidos a sus propios hermanos. Esperaban que, con cumplir con el rito del bautismo iban a conseguir la salvación, sin tener la intención en su corazón de verdaderamente cambiar de vida, sin querer verdaderamente que el Espíritu Santo habitase en ellos. Tal y como ocurre hoy en día con aquellos que nos llamamos a nosotros mismos “cristianos”. Hay quienes creen que, por estudiar más las “leyes de Dios” se salvarán. Aquellos hipócritas que ya descubrieron que sus estudios y el cumplimiento de leyes absurdas no los han de salvar, tienen el descaro de presentarse ante Dios pretendiendo engañarlo con una falsa humildad ante él. Pero Juan los desenmascara. Les advierte que no bastará la misericordia de Dios para aquellos que quieren engañarlo. Los fariseos se creían hijos privilegiados de Dios por encima de sus demás hermanos. Por eso Juan les dice que si Dios así lo quisiera, sacaría hijos de las mismas piedras.
Esto de los teletones explota precisamente esa intención de engañar a Dios con una falsa misericordia, con una bondad fingida, con un corazón podrido disfrazado de uno puro y sincero.
Si cada uno de nosotros practicáramos verdadera misericordia no tendríamos que llegar a este tipo de “gran solución” como lo son estas campañas, no sólo de teletones, sino de educación, salud, etc.
Si nos preocupáramos y ocupáramos verdaderamente por los demás veríamos por ejemplo,que las leyes se cumplieran, que en nuestras empresas se pagaran salarios justos, que no hubiera discriminación, racismo, etc. Que como padres cuidáramos la educación de los hijos exigiendo en las escuelas una mejor calidad, maestros capacitados, mejores condiciones etc. Si así fuera habría menos drogadicción, menos embarazos no planeados, menos violaciones, menos crímenes...
Si en nuestras familias fuéramos solidarios ante las necesidades de todos sus miembros. Familias en las que los recursos no son suficientes y sin embargo hay miembros de éstas que no trabajan o trabajan y no aportan, o además de eso roban y causan inestabilidad.
Si en verdad cada uno de nosotros nos acercáramos a “bautizarnos” cada día, pidiendo una verdadera conversión a Dios en la que, dejáramos al Espíritu Santo actuar, otra cosa sería no para sólo nuestro México sino el mundo entero. Éste sería el verdadero Reino de Dios del que Jesús nos habla y quiere que logremos aquí en la tierra.
Juan el Bautista dice: “hagan ver con obras su arrepentimiento”. No hay más. Y en vez de dar unas monedas –o muchos billetes- a unas alcancías, ¿porqué mejor no llevamos un juguete y se lo entregamos a un niño en sus manos y le damos un abrazo? ¿Porqué mejor en vez de un redondeo de cuenta en el súper compramos una lata de atún, un litro de leche o un pan dulce y se lo damos a un mendigo y lo bendecimos? ¿Y si en vez de visitar y regalar cosas inútiles a "amigos" con los que ni siquiera queremos estar, mejor visitamos a un ancianito, a un niño con discapacidad o a un familiar olvidado y nos tomamos una tarde o un día completo para acompañarlos y ayudarlos?
Y no esperes que todo el mundo se de cuenta de lo que hagas por los demás portando calcomanías en tu ropa o en tu auto, o con pulseritas o apareciendo en televisión nacional: Dios que ve en lo secreto lo sabe (Mateo 6, 1-4.).
Muchos dirán: “¿y qué importa lo que diga ese Juan el Bautista, ese loco que vive en el desierto vestido con piel de camello y que comía sólo miel y grillos. Quién es él para que nos diga estas cosas?.”
Si verdaderamente te consideras un seguidor de Cristo, y te dices estar “enamorado” y “apasionado” por Él, entonces aceptarás la autoridad que el mismo Dios le ha dado y que Jesús refrenda de este profeta Juan: “Les aseguro que, entre todos los hombres, ninguno ha sido más grande que Juan el Bautista...” (Mateo 11, 11.).
¿Porqué nos cuesta tanto ver a Jesús cara a cara en nuestros hermanos necesitados? Porque probablemente, después del olvido, abandono y opresión en el que los tenemos, tengamos miedo de presentarnos ante Él. Si en verdad tuviéramos fe, sabríamos que no tiene Jesús para nadie que decide cambiar de vida, ningún reproche, al contrario, estaríamos gozando aqui en la tierra de su verdadera presencia. Es lo que un verdadero cristiano anhela... ¿o no?
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