En aquel tiempo,Juan se encontraba en la cárcel, y habiendo oído hablar de las obras de Cristo, le mandó a preguntar por medio de dos de sus discípulos:
«¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?»
Jesús les respondió: «Vayan a contar a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Dichoso el que no se siente defraudado por mí!»
Cuando se fueron los discípulos, Jesús se puso a hablar a la gente acerca de Juan:
«¿Qué fueron a ver en el desierto?, ¿una caña sacudida por el viento? Pues, ¿qué fueron a ver? ¿Un hombre lujosamente vestido? Los que visten con lujo habitan en los palacios. ¿A qué fueron, pues? ¿A ver a un profeta? Sí, y les aseguro que más que un profeta.
Porque de él está escrito: “Yo envío mi mensajero por delante de ti y te prepare el camino”.
Les aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista, aunque el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que él».
Creo que en la vida del ser humano hay dos principales búsquedas, una es la búsqueda de la felicidad y la otra es la búsqueda de la verdad. No es lo mismo, aunque en algún momento se relacionan, quizá se involucren y convivan juntas por un tiempo.
Pero ¿qué es lo más importante a la hora de buscar a la verdad y a la felicidad?
Tener la intención de encontrarlas.
Podemos a lo largo de nuestra existencia, oír y leer toda la Biblia, escuchar a todo tipo de autores, conferencistas, predicadores, etc. Podemos además memorizar manuales, instructivos, normas, disciplinas, críticas, consejos y señalamientos que nos pueden ayudar a conocer la verdad y ser felices, pero el problema es que al oírlos, no siempre nos gusta lo que ello implica: un cambio. Conocer la verdad y procurar ser felices implica este cambio, convertido en esfuerzo y fidelidad.
Por eso, el principal indicador de que vamos en la dirección correcta al buscar la verdad y la felicidad es que ambas exigen compromiso. Y cualquiera que no esté dispuesto a comprometerse, difícilmente las tendrá. Podrá contemplarlas, acariciarlas y admirarlas hasta que se dé cuenta de su precio. Entonces, le parecerá demasiado alto aunque pueda pagarlo.
Para empezar, yo creo que la felicidad no es un estado permanente sino momentáneo, todos lo hemos vivido y por lo tanto sé que hay que esforzarse diario, con la conciencia de que no siempre estará en nuestras manos, pero que debemos aprovecharla cuando por instantes esté presente. Y en el caso de la verdad, sólo hay una y por eso al conocerla hay que aceptarla tal cual es para ponerla en práctica y no perder tiempo.
Ante la incapacidad del hombre de entender y aplicar ideas y conductas que lo llevaran realmente a la verdad y a la felicidad, Dios mandó a Jesús. Y para preparar la llegada de Jesús que es La Verdad, Dios se valió de Juan el Bautista.
Juan era el mensajero que vendría "adelantito" de Jesús, el que anunciaría el Reino y exhortaría a la gente a que cambiara su modo de vida, para su propio bien.
Multitudes se congregaban a oír a Juan y se bautizaban. Pero esos muchos que acudían ¿Qué era lo que buscaban al ir ante Juan “el bautista”?. Creo que lo que todos seguimos buscando hoy: la verdad y la felicidad.
Muchos al ir al desierto, se aventuraban a escuchar por boca de Juan, el método 100% efectivo que ofrecía para ser feliz: el arrepentimiento por los errores cometidos y el firme compromiso de mejorar, en pocas palabras, la conversión. El cambio de mis obras e ideas negativas por aquellas que después me propondría Jesús: La verdad.
¿Qué pasaba con toda esa gente que acudía a Juan y lo escuchaba?
Encontraba lo que tanto buscaba, pero ¡OH, sorpresa! No era lo que la gente quería escuchar. Aún así muchos se convertían y otros simplemente lo creían loco o un simple profeta harapiento que comía bichos.
¿Por qué no andaba Juan predicando y bautizando con lujosas vestiduras? Quizá estaba convencido de que lo importante era su mensaje y/o porque nadie debería recibir dinero por hablar de Dios. El dinero compromete al mensaje y de paso corrompe al mensajero, por más bueno que sea... y él lo sabía.
Primero Juan “el Bautista” y después Jesús, nos enseñan que la verdad y la felicidad que predicaban, se deben de anunciar gratis para que aquel que se decida a creer y convertirse, lo haga convencido y sin sentirse obligado o timado.
Sin saberlo pues, aquellos que buscaban oír lo que querían, recibían a cambio la “pura” verdad. Esa que después de oírla, unos, convencidos la practicaban y otros, convencidos la ignoraban. Por eso Jesús en este pasaje preguntaba a los discípulos: “¿qué fueron a ver al desierto?”
Fueron a ver a un profeta ¿no es cierto? Entonces, si fueron esperando oír lo que querían oír, se habían equivocado de lugar. Porque a eso se dedican los profetas. No nos “dan por nuestro lado”, nos dicen aquello que necesitamos oír, nos guste o no.
Jesús afirma que será más severo el juicio con aquellos que aún presenciando sus milagros y escuchando su Palabra, decidieron seguir siendo los mismos. No así con los otros que no tuvieron éxito en su búsqueda de la verdad y la felicidad. O aquellos que dentro su ignorancia, carencias y falta de cultura, vivieron como pudieron y no como hubieran querido. Aquellos quienes no tuvieron la ventaja de conocer bien a Jesús, y que nadie les reveló la verdad. Por eso con ellos el juicio será diferente.
Jesús es la verdad, es la única fórmula para la felicidad que habíamos estado buscando y ahora sólo falta practicar lo que nos dice en el evangelio para que se lleve a cabo en nuestras vidas, en nuestra familia, en nuestra sociedad, en la religión, en la política, en la economía, en la ecología, etc.
Él es quien revela la verdad y al mismo tiempo es quien brinda la fuerza, el descanso y el consuelo para vivir de acuerdo a ella; la responsabilidad es mucha, es cierto, pero ahora que fuimos a buscar y encontramos... ya no hay marcha atrás. Ya nada será tan fácil y cómodo como antes, pero ahora ya todo tiene un sentido, y es mejor así.
Jesús en este pasaje del evangelio, en pocas palabras nos advierte que quien busca la verdad corre el riesgo de encontrarla.
Y tú... ¿qué fuiste a ver al desierto?
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