domingo, 10 de enero de 2010

TIEMPO DE DAR

En esta temporada, muchos coincidimos en la necesidad de dar algo a quienes no tienen nada. Pero, cuando cada año nos volvemos tan “dadivosos”, vale la pena hacer una profunda reflexión acerca de la autenticidad en nuestra intención de dar.

Cada navidad es tiempo de dar, pero ¿a quienes? Algunos diremos: “pues a los pobres”. Pareciera que los pobres existen exclusivamente para que en navidad podamos canalizar nuestras labores caritativas y así desahogar nuestras anuales buenas intenciones.

¿Por qué estas personas son tan pobres? Bien, pues fue un empresario, quien me dio la respuesta -inconscientemente-. Platicando con él y al hacerle una crítica acerca de los salarios de miseria que pagaba a sus empleados, este me respondió de manera diplomática: “No se pudo llegar a una negociación con ellos, porque lo que pedían no era conveniente para la empresa”.

Muchos de los que de algún modo han tenido más oportunidades de progresar económicamente, lo han logrado gracias a la sustitución de la justicia, por la conveniencia. Era justo el incremento que reclamaban estos trabajadores, sin embargo, para los que tienen mucho ya no es conveniente ser justo. La injusticia social entonces, es la verdadera causa de la extrema pobreza que existe en nuestro país. Y la generan quienes creen que la vida no debe ser justa, sino más bien conveniente y eficiente.

¿Cuál es la principal causa de la injusticia? De manera inconsciente volvió a responderme este mismo empresario: “Si les pago más, ya no puedo competir, y la verdad es que yo no pienso ganar menos, para darles más a ellos que ni siquiera estudiaron, ¿para qué? Seguramente se lo gastarían en más cervezas”.
La competencia en materia de negocios provoca injusticia social, porque con el afán de posicionarse o de cotizarse mejor en un mercado, se sacrifica siempre a los que están por “abajo”, que son obviamente los más desprotegidos.

Los afortunados empresarios, ahora se disfrazan y se justifican de exitosos, cuando en realidad son individuos ventajosos que esconden sus mezquinas intenciones, refugiados tras los intereses de una empresa o institución a la cual responsabilizan o defienden ante cualquier reclamo, como si la empresa fuera un ente robótico y autónomo. Además, estos ejecutivos cobardes violentan los derechos laborales de sus empleados –prestaciones, utilidades, etc.- escudados en la ley y ejecutando artimañas para evadir o pagarle menos a los trabajadores y también al fisco. Pero eso sí, ellos nunca pierden lo que les corresponde.

Los patrones injustos, reducen al mínimo la posibilidad de que sus trabajadores ofrezcan a su familia una vida mejor, cuando no les dan lo justo para que progresen. Por eso, ellos de esta manera se aseguran de que, así como sus riquezas quedarán “en familia”, también la pobreza que propician, se quede en las familias que en un futuro sostendrán a las suyas. Porque alguien se tiene que seguir sacrificando ¿no?

¿A qué orillan entonces a los trabajadores con esos bajos sueldos? A vivir como puedan y a habitar también en donde puedan, casi siempre será en lugares que no cuentan con los servicios básicos y que además son terrenos riesgosos y llenos de peligros.

Por eso suena tan falso que en las desgracias naturales y en la temporada navideña, algunos simulemos un interés solidario por aquellos quienes son el resultado de nuestra propia ambición. Incluimos en nuestras oraciones y nos acordamos de los pobres con algo de despensa un sólo día al año, y los otros 364 días nos dedicamos a hacerlos más miserables. Y claro, como somos muy sensibles y compasivos en esta época, hurgamos entre nuestras sobras para tener algo de basura que donarles a ellos en su navidad; ¡qué buenos somos! Sin embargo, “no hay que dar por caridad, lo que debemos por justicia”.

En teoría, la temporada navideña no es para darnos regalos unos a otros, en la navidad recibimos un sólo regalo, y este viene de parte de Dios para todos los hombres. En la navidad no habría necesidad de “darnos”, si el resto del año no nos “quitáramos”.
No habría necesidad de pedirnos perdón, si no nos ofendiéramos todo el año.
No habría necesidad de acordarnos de nuestros padres, si no los olvidáramos todo el año.
No habría necesidad de posadas y rifas en las empresas, si no se les defraudara todo el año.
Y sobretodo, no habría necesidad de regalos materiales, si viviéramos el verdadero sentido de la navidad pero todo el año.

La navidad es la celebración del nacimiento de quien se supone es nuestro “Señor”. ¿Pero realmente lo es? Porque los criterios de este “Señor” no parecen ser lo suficientemente convenientes o exitosos, como para que rijan por completo nuestras vidas. ¡Qué es eso de andar pobre por la vida!
¿Quién es entonces nuestro “Señor”? ¿La comodidad, el dinero, la corrupción, la conveniencia, el desorden, la ambición, la insensibilidad, la maldad?

“Dar”, para Jesús, no es regalar un poco de lo mucho que no nos pertenece. Para Él, “dar” es ir más allá incluso de la seguridad y la satisfacción espiritual que nos provee el ser justos y el cumplir con nuestro deber. La verdadera generosidad, para Jesús, es además de cumplir con todo, desprendernos de aquello que nos detiene para darlo todo (Mateo 19, 16-22.).


Mmm… en esta navidad, ¿Qué estoy dispuesto a dar?