miércoles, 30 de junio de 2010

¿Ratón o Perico?


Durante uno de esos programas de vida salvaje, esos en los que revelan la conducta diaria de las especies animales, me llamaron la atención en especial dos casos: el de un ratón y el de una parvada de pericos.


El primer caso, el del ratón, mostraba sus hábitos alimenticios, más o menos conocidos por todos: comen semillas y llegan a convertirse en una plaga para los agricultores gracias a su rápido ciclo reproductivo. En una escena, el ratón se encontraba buscando alimento mientras era observado a lo lejos por una boa, de la familia de las serpientes constrictoras, es decir, matan a su presa asfixiándolas al apretarlas hasta dejarlas sin aliento.

La boa, sigilosa, se acercaba muy lentamente hacia donde estaba el ratón. El ratón estaba tan concentrado comiendo que ni se percató del peligro. Cuando estaba ya cerca la boa, el ratón por un momento le prestó atención pero la serpiente al verse descubierta quedó inmóvil hasta que el ratón perdió el interés y siguió en lo suyo. La boa, paciente continuó acercándose hasta que atrapó al ratón envolviéndolo rápidamente y matándolo. En cuanto el ratón dejó de respirar la boa empezó a engullirlo lentamente.

Y está el otro caso de la vida silvestre: la vida de una colonia de pericos. Estos pericos están siempre en parvada, en grupo. Sale a buscar su alimento, también semillas y pequeños frutos, como el ratón. Su principal depredador es el águila. Cuando salen a alimentarse lo hacen siempre en grupo, buscan su alimento en árboles altos o en peñascos en donde se vuelven vulnerables al ataque de las águilas. Pero en cuanto uno de los miembros de la parvada advierte el peligro, inmediatamente emite unos como graznidos a señal de alarma de manera que, todos son avisados del inminente peligro de un ataque del depredador. Así que, todos escapan evitando así pérdidas fatales, por el momento.

El ratón, por sus hábitos solitarios se encontró vulnerable ante un enemigo silencioso y astuto. El águila por su parte es también un adversario formidable que sin duda supera en tamaño e inteligencia a un perico. Sin embargo la diferencia fue la cooperación, el trabajo en equipo. En esta sociedad en la que los logros individuales son lo más importante, debemos reflexionar acerca de que, como miembros de la misma especie, debemos buscar protegernos los unos a los otros.

Es muy común que, mientras una situación de cualquier índole, sea de violencia, de carencias, de ideologías dañinas, de discriminación, etc., mientras no nos veamos afectados directamente, no nos importa quien salga herido y no movemos ni un dedo.

Cuando estamos solos somos presa fácil: de las drogas, de la ambición, de las desviaciones sexuales, etc. De ese vicio que lentamente nos atrapó y nos asfixia como la boa. Esa situación violenta que cae velozmente sobre nosotros sin advertirlo como un águila, que nos toma con sus poderosas garras y no nos libera. Esas leyes que se aprueban ante nuestros ojos y que sin duda nos perjudicarán a todos en el futuro como la legalización del aborto o la pena de muerte. Creemos que es seguro andar por la vida sin que nadie nos cuide, sin que nadie se interese por nosotros porque, claro, así no hay que rendirle cuentas a nadie de nuestros actos. Cuando menos lo esperamos nos vemos atrapados y, una vez que un ratón es atrapado por la boa es muy difícil que éste logre escapar. Los pericos por su parte no están dispuestos a arriesgarse a ser alimento para el águila. Obviamente el águila sólo podrá atrapar a uno de ellos pero nadie quiere ser esa presa, no se detienen a pensar en las probabilidades de ser la próxima comida de su verdugo. Después de todo cuando el águila acecha, cualquiera podría ser la víctima. Tu hijo puede ser el próximo objetivo de un asesino o de un vendedor de drogas, o tu hija el de un tratante de blancas o de un violador. Tu padre o tu madre pueden ser víctimas de la corrupción de un juez o de un mal diagnóstico médico. Tú mismo puedes ser encarcelado por un crimen injustamente y ser sentenciado a morir. La criaturas que son abortadas ni siquiera tendrán la oportunidad de pelear por su vida. ¿Para qué arriesgarse? No lo vale. Los pericos por instinto se protegen. Nosotros no. No hasta que ya es tarde y nos ha alcanzado el depredador.

¿Qué personaje quieres ser tú en esta historia diaria de vida natural, de vida salvaje: un ratón o un perico?

lunes, 28 de junio de 2010

QUIEN JUEGA CON FUEGO...


Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino, entraron en un pueblo de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no quisieron recibirlo, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: "Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?" Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otro pueblo. Lucas 9, 51-55.


Desde siempre -y no sólo en los tiempos de Jesús- ya existían en las sociedades y grupos, los “comedidos”, ¿quiénes son estos? Los comedidos son personas que se adelantan en actuar como ellos creen mejor, para tratar de ayudar a alguien sin que este se los haya pedido. Metiches, pues, o entrometidos. Regularmente su actuar y pensar –porque primero actúan y luego piensan- no coincide con aquel a quien pretenden ayudar o servir. Los discípulos de Jesús al creer en verdad que él es el Mesías, se indignaron por el rechazo y la negativa de los samaritanos para hospedarlo. Pero genial idea tuvieron, tratar de “hacer justicia” para castigarlos por semejante ofensa. No eran capaces de expulsar demonios por su poca fe a la hora de sanar, pero a la hora de castigar, su fe si era mucho más grande que un costal de semillas de mostaza. Imagina el tamaño de la fe que requiere hacer llover fuego del cielo, sabiendo que Jesús mostraba a su Padre como un Dios amoroso y misericordioso. Pero era de entenderse pues traían el antiguo testamento casi en su ADN. Sin embargo, para Jesús eso no era una justificación.

Yo te aseguro que quien rechaza a Jesús -como quien no lo hospedó-, lo hace por una simple y sencilla razón: porque no lo conoce. Y no sólo porque no lo conoce sino que quizá hasta le han hablado mal de él. ¿Por eso no quisieron alojar al Hijo del Hombre? No lo sé. Tal vez por la historia y pleitos que rodeaban a los judíos de aquel entonces. Pero nunca lo sabremos y tampoco es de mucha importancia. Lo cierto es que tenían mala fama.

Lo importante a la hora de caminar con Jesús, es que debo conocer su manera de pensar y proceder no sólo para no hacerle mala fama, sino para no entorpecer su acción ni su misión. En aquel tiempo, quizá Jesús pagó el precio y cargó con la imagen negativa que a pulso se fue ganando la religión judía -como institución corrupta- no sólo ante su pueblo sino ante algunos “vecinos”. Y además, Jesús no castiga porque no vino a eso y porque sabe y acepta que alguien más pudo haber dado razones para que, sabiéndolo judío de tal o cual descendencia, no lo quisieran dentro sus casas. Que líder tan “amoroso” hubiera sido Jesús, si a cualquiera que lo rechazara o le hiciera un desaire, le lloviera fuego desde el cielo, patrocinado por sus discípulos. ¡Así todos le hubieran seguido seguramente! ¿no?

Y los discípulos fueron regañados por aquel a quien pretendían defender o reivindicar. Yo hubiera pensado ante aquel regaño: “En verdad que no necesita que le defiendan”. Y es que a Jesús nadie puede hacerle daño, por lo tanto, los rechazos hacia él por parte de otros, debo tomarlos no como insultos sino como retos, o incluso llamadas de atención de él mismo ante la fallida buena noticia que supuestamente también yo debería dar, a fin de cuentas, estoy llamado a anunciarlo. Pero si yendo a hablar en su nombre no soy reflejo de su pensar y actuar, ¡cómo no lo van a odiar o rechazar!

¡Qué daño han hecho aquellos que toman la justicia en sus manos y ensucian el corazón de los demás diciendo que viene de Dios! Y quien sabe, tal vez ese deseo de que caiga fuego se les conceda. Sí, ese fuego mortal que quisieran para los demás, tal vez termine cayendo sobre ellos, esos que se adelantan a “ayudar”.

Por eso, ante la negativa imagen que quizá yo le he creado a los demás acerca de Dios, lo único que puedo hacer es demostrarles lo contrario. Claro, si mi intención realmente es que los demás reciban a Jesús en su casa.

lunes, 21 de junio de 2010

UNA DECISIÓN INTELIGENTE


Jesús en la lectura del evangelio del pasado sábado (Mateo. 6,19-23 ), nos invita a ser inteligentes, a emplear nuestro tiempo y habilidades de la mejor manera, ¿cómo?
No acumulando bienes materiales.

Suena algo contradictorio que en el Padre Nuestro, recitemos siempre que Dios nos dé hoy nuestro pan de cada día, y que todo el tiempo estemos ocupados o preocupados por vivir lo más asegurados y cómodos posible.

¿Dónde queda entonces esa confianza en que Dios proveerá? ¿Será que no me conviene lo que mi Padre está dispuesto a proveerme? Es decir, lo necesario para un día.

Recuerdo que cuando niño, tuve muchos hámsters como mascotas, pero recuerdo uno en especial, son muy listos y un día me dio una lección que apenas hace poco entendí.

El instinto de estos animales, así como el nuestro, les inclina hacia la búsqueda de su supervivencia. Cuando un hámster se encuentra con muchas semillas, tiende a guardar las que le quepan en las "bolsas" internas de su boca, así es que al llenarlas se tienen un aspecto muy gracioso, aunque para ellos acumular la comida es un asunto muy serio.

Sucede que un día le di demasiadas semillas a este hámster y, obedeciendo a su instinto, se rellenó hasta donde pudo la boca. Pero lo interesante vino después de que le abrí la puerta de la jaula para que saliera, pues en ese momento sin pensarlo dos veces trató de escapar, pero el gran volumen de su cabeza le impidió salir. No cabía por tantas semillas que aseguró dentro de su boca. Tuvo entonces que tomar una decisión, tener bastante comida para varios días o ser libre, porque no eran posibles las dos. Pero como dije, son animales muy listos y creo que decidió lo mejor, abandonó todas las semillas de su boca y prefirió ser libre... ya se preocuparía después por lo que comería el día de mañana.

A esto nos llama Jesús, a escoger bien nuestras prioridades y no desperdiciar nuestro tiempo buscando acomodarnos nosotros y nuestros bienes en un lugar en el que a final de cuentas no nos vamos a quedar. Nos invita a no distraernos en nosotros mismos y buscar una mejor inversión para luchar por un lugar en el cielo, donde nuestra permanencia será eterna. Una inversión segura, sin riesgos y con los más altos rendimientos, sin duda, es poner nuestro corazón –y bienes- en amar y ayudar a nuestros hermanos más necesitados. Con eso evitamos acumular y así aprendemos a confiar.

“No amontonen riquezas aquí en la tierra, donde la polilla destruye y las cosas se echan a perder, y donde los ladrones entran a robar. Más bien amontonen riquezas en el cielo, donde la polilla no destruye ni las cosas se echan a perder ni los ladrones entran a robar. Pues donde esté tu riqueza ahí estará también tu corazón.” Mateo 6,19-23.

jueves, 17 de junio de 2010

EL ATROFIADO CUERPO DE JESÚS

Hace algunos años colaboré brevemente como voluntario en una casa hogar para niños con parálisis cerebral. No sabía nada acerca de la condición de estos chicos, pero estaba dispuesto a ayudar en lo que fuera. Por supuesto no estaba capacitado pero con la práctica y muchas ganas se aprende rápido, así que de pronto me encontraba dándoles de desayunar a estos ángeles. La tarea era intimidante: dar de comer en la boca de todos y cada uno de los mas de 15 o 16 criaturas que rondaban desde los 2 o 3 años hasta la preadolescencia. No hablan, solo emiten sonidos parecidos a gruñidos con los que tratan de comunicarse sin conseguirlo. Sus movimientos son torpes, involuntarios casi todos, sin control alguno. Se ve en su mirada la frustración que les causa que sus cuerpos no los obedezcan. La parálisis cerebral, como yo lo entiendo, es cuando la mente se encuentra sana pero por varias razones no se comunica bien con el cuerpo: su cuerpo no responde correctamente a las órdenes de su cabeza.


Recientemente celebramos la fiesta del Corpus Christi o Cuerpo de Cristo, centrada en la eucaristía; pero si habláramos del otro “cuerpo místico” no veo muchas razones por las cuales celebrar.

Desgraciadamente, hoy en día se supone que los cristianos de cualquier iglesia o grupo, deberíamos ser el “cuerpo de Cristo”, no como el de la Eucaristía aclaro, sino un gran y universal cuerpo viviente con el que Jesús pueda seguir actuando en este mundo de aquí hasta que toda la creación lo conozca y se deje salvar por él. En vez de eso, hemos cometido un sin fin de ultrajes y barbaridades, haciendo mal uso de este cuerpo de Cristo formado por los que aseguramos hemos sido tocados por él.

Algunas “manos” de éste cuerpo no sólo no han ayudado ni dado de comer sino que, lo mismo roban que secuestran y matan. Otras no comparten bienes materiales (mucho menos espirituales) a los que lo necesitan. En cambio, esas manos se han abierto para aceptar pagos por “dar” la buena nueva. Manos que bendicen a cambio de placeres, dinero, poder.

Muchas “bocas” en vez de hablar con la verdad son cómplices de los anteriores ultrajes e injusticias, mienten, maldicen y alaban glorificando al mismo tiempo a Dios. Tergiversan a voluntad las palabras que Jesús pronunció de manera que, hábilmente encuentran justificación a todas fechorías.

Muchos “pies” han pisoteado (valga la redundancia) los derechos de los débiles, dejándolos vulnerables y sin esperanza; hermanos en desgracia son diariamente pateados como basura. Los pies de éste cuerpo ya no se arrodillan a curar heridas o levantar moribundos, mucho menos para orar por ellos.

¡Y de las partes pudendas... ni hablar! ¡Esas partes “nobles” de las que hablaba San Pablo que había que cuidar y proteger, se han convertido ahora en la parte más exhibida de todo el cuerpo, y sin duda la más mancillada! Como el cuerpo de un pervertido exhibicionista al que no le importa mostrar de manera descarada dicho miembro, manchando y abusando además de otros “miembros” inocentes.

Los “oídos y ojos” de este cuerpo hace mucho que son sordos y ciegos a la denuncia, a la justicia, a la verdad. No ven ni oyen pero creen ver y oír “ataques”, “injurias”, infamias”, puras mentirasy según ellos. Prefieren vivir en la más asquerosa mentira. Si tan sólo conocieran la verdad. Pero la temen. La temen como la oscuridad a la luz. Como el silencio al sonido. Ninguno de éstos sentidos le sirve a este atrofiado cuerpo para corregirse, para ponerse de pie y seguir el camino. Este cuerpo tiene parálisis cerebral, porque la cabeza está sana: ¡Jesucristo es la cabeza, es nuestra cabeza! Somos nosotros los que no le obedecemos. La mano se cree más inteligente que la cabeza por eso actúa de propia fe haciendo justicia propia. Los pies no confían en las órdenes de la cabeza por eso se niegan a caminar, tomando su propio camino y echándose después al suelo como una mula terca. El oído y el ojo creen ver y oír la verdad que sólo ellos pueden captar, no se fían de los “delirios” de una cabeza... después de todo, ¿qué puede saber una cabeza acerca del manejo de un cuerpo verdad?.

Mientras nosotros no acatemos las órdenes y los impulsos de nuestra cabeza Jesús seguiremos sin control, sin guía alguna. Seremos un cuerpo con movimientos grotescos y torpes que, no sólo no actúan como lo haría Jesús sino que, sin duda seguiremos dañando a otros con nuestros impulsos independientes pero letales.

Por cierto, los rostros de los niños con parálisis cerebral siempre estaban sonrientes... a pesar de que su cuerpo no les respondiera.