viernes, 23 de diciembre de 2011

ESGUINCE DE TOBILLO



Hace ya casi un mes sufrí una torcedura en mi pie al caminar distraído y muy confiado sobre una banqueta en mal estado, desnivelada y con trozos de concreto sueltos. El resultado: un esguince de tobillo de 2do grado que provocó que mis actividades diarias más comunes se tornaran difíciles y complicadas además de que tuve que usar muletas por una semana. Después de todo me fue bien a comparación de otros. Hay quienes obtienen fracturas con una caída como la mía o incluso en casos más extremos, la muerte.

Me llamó la atención que en los evangelios de éstos últimos domingos, profetas como Isaías y Juan el bautista, nos hacen un llamado a “allanar” nuestros caminos, a ”rebajar” los montes. Todo esto porque “ya viene el Mesías”, porque va a nacer Jesucristo.
Pero ¿por qué es necesario que tú y yo allanemos o emparejemos nuestros “caminos”?
Todas esas malas experiencias por las que pasamos van dejando un daño en nuestro territorio. El terreno se va haciendo peligroso y difícil de atravesar, nos dañamos al tropezar y caer  una y otra vez. Con cada caída se daña nuestra autoestima, nuestra seguridad, nuestra paz, nuestra alegría, nuestra confianza en los otros, etc. No solo es peligroso para nosotros mismos sino para todos aquellos que nos rodean o quieren estar cerca de nosotros.

Por allanar “mi camino” entiendo que debo mantener el terreno me rodea lo más despejado y libre posible; plano para que pueda desplazarme a donde yo quiera y por el cual otros puedan acercarse a mi sin ningún peligro. Es mantener se podría decir, mis relaciones humanas en equilibrio. Sanas relaciones conmigo mismo y con mis semejantes.

Hay dos momentos o acontecimientos  propicios en la vida de todo ser humano para allanar nuestros caminos: el nacimiento de un nuevo ser humano y el fallecimiento de otro.
Cuando nace el bebé de uno de nuestros familiares o amigos, es una oportunidad importante para regocijarnos junto con todos por tan maravilloso milagro. Ir a visitar a la feliz pareja, llevar regalos, compartir con otros que también se alegran (aunque no los conozcamos) o ver a quienes hacía mucho no veíamos y, coincidimos en aquel lugar.
¿Pero qué sucede si, por ejemplo, yo me encuentro distanciado o “peleado” con el papá del bebé?  Probablemente no me cause alegría ese acontecimiento o bien, no me sentiré con el valor o la confianza de acercarme a celebrar con ellos. Entonces Me apartaré porque el terreno a mi alrededor esta lleno de obstáculos: montículos de “resentimientos”, piedras del mas duro “malentendido”, agujeros o vacíos “emocionales”,  distancias cada vez más largas entre mis semejantes o puentes derrumbados:
Sí, con todos estos inconvenientes nos vamos aislando a nosotros mismos apartándonos de una gran noticia como ésta: el nacimiento de una nueva esperanza.

Sin embargo, en un momento como éste de una paz y alegría generalizadas (mas no completa) hay una gran oportunidad de acabar con toda distancia  y obstáculo. ¿Por qué?
Pues porque con tanta alegría ya casi nadie recordará los agravios pasados o por lo menos encontrarán menor resistencia.
Podemos hacer como que “no pasó nada” y empezar desde cero.

Y algo similar sucede en el fallecimiento de alguien. Solo que acá es el sentimiento de la tristeza general la que funcionará como puente.

Y curiosamente son éstos dos momentos en la historia de la salvación en la que somos fuertemente llamados a convertir nuestras vidas: en la conmemoración del nacimiento y muerte de Jesucristo respectivamente.

Es por eso que los profetas insisten tanto en que cambiemos de vida y enderecemos nuestros caminos: para que podamos acercarnos a ser testigos de la mejor de todas las noticias: Jesucristo ha nacido para salvarnos.
No es porque Jesús no pueda caminar entre nuestro territorio peligroso y accidentado. Es porque él quiere que seas tú el que dé el primer  paso. Una vez que tu empieces a descombrar tu vida, que empieces a desechar todos los residuos peligrosos de tu corazón es entonces cuando Jesús entrará a tu desastre personal a ayudarte no sólo a deshacerte de todo eso en forma definitiva sino que, te ayudará en la reconstrucción de tus antiguas relaciones y en la construcción de nuevos puentes y nuevas relaciones.

Ésta es la verdadera “magia” de la Navidad, un momento en el que nos vemos vulnerables y conmovidos por el nacimiento de un bebé que ha de traernos esperanza y salvación definitiva para aquellos que, se atrevieron a allanar sus caminos con tal de recibir a éste hermoso bebé… ¿qué esperas? ¡Vamos a adorarlo!

FELIZ NAVIDAD

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