martes, 24 de agosto de 2010

LA NUEVA LEPRA


Desde hace miles de años, la humanidad ha sufrido a causa de las enfermedades, la viruela, la polio, la lepra, entre otros muchos padecimientos que llegaron a convertirse en epidemias. Pero además de los efectos de estas enfermedades en el cuerpo humano, hubo otras consecuencias dolorosas para los que las padecieron. Consecuencias como el rechazo, la marginación, la discriminación y la condenación por parte de los que estaban sanos.

¿Pero, que originó estas consecuencias? ¿Fue acaso la enfermedad en sí? Yo creo que no. Creo que fue la ignorancia de las causas y su cura, además del miedo a que fuera contagiosa. Un ejemplo muy claro es la lepra, pues hoy en día existe un tratamiento y son bien conocidas las causas y los efectos. Eso es ahora, pero hace miles de años no se sabían más que dos cosas acerca de ella: que era altamente contagiosa y que era mortal. Por lo pronto, tuvieron que aislar a los que ya la tenían para protegerse y proteger a los suyos, es decir, ante el desconocimiento, hicieron lo que pudieron. El verdadero problema vino después cuando buscaron las causas o los culpables, pues no estaban preparados para entenderlas. Se les dijo a los enfermos que esa enfermedad era el resultado de su propio pecado y/o el de sus padres -típico en la mayoría de las religiones-.Les hicieron creer y ellos mismos creyeron, que ese y otros muchos padecimientos, eran un castigo de Dios. Sin embargo, Jesús y la ciencia posterior se encargaron de desmentir esta perversa explicación.

Jesús lo afirmó en su momento en el evangelio, pero el tiempo y el descubrimiento de la ciencia lo comprobaron miles de años después. Imagina la calidad de vida de estos millones de enfermos que a lo largo de la historia fueron marginados y castigados por algo que no era su culpa y que nadie entendía. Además de estar condenados a muerte por la lepra, estaban condenados a vivir como si no existieran para los demás. La humanidad era mucho más ignorante hace miles de años que ahora, pero igual que antes, hoy en día si no encontramos una explicación a lo desconocido, la seguimos inventando.

Hoy, como hace miles de años, debemos ser más cuidadosos con lo que hasta el momento no podemos entender o explicar, pues con ello podemos hacer mucho daño. ¡De cuánto sufrimiento y tortura se hubiera librado a los pobres leprosos! Les aislaron en retirados e insalubres parajes, les colgaron campanillas para que avisaran su paso y fueran evitados en los caminos, se burlaron de ellos y los discriminaron, y por si fuera poco, les culparon de su condición y les hicieron sentir repudio por parte de Dios. No me sorprendería que muchos de éstos leprosos hayan incluso odiado a Dios por lo anterior.

Hoy, los pocos leprosos que hay, creo que sin duda se sienten afortunados de haber nacido en esta era y no en la que desconocían la cura. Quien iba a pensar que un leproso se sentiría mucho más afortunado que otro leproso, y además actualmente ya no se les llaman leprosos.

El desconocimiento de las causas y efectos de un hecho, una enfermedad o determinada conducta, no nos da derecho a emitir juicios ni condenas, todo lo contrario, nos inhabilita para tomar una decisión objetiva y equilibrada. Y lo que hace miles de años sucedió respecto a la lepra, vuelve a suceder pero ahora con una condición desde siempre existente y desde siempre discriminada: la homosexualidad, la atracción sexual por el mismo sexo.

Conducta aprendida o heredada, condición genética natural o antinatural, yo no sé, pero precisamente por que no lo sé, por eso es que he de ser cauteloso con este tema, con esta realidad. Y es que con los ataques que resultan de la ignorancia de sus posibles causas y efectos, les estamos haciendo mucho daño a los homosexuales al igual que lo hicieron nuestros antepasados con los antiguos leprosos. Les hemos faltado al respeto, nos hemos burlado de ellos, los hemos ridiculizado, los hemos golpeado y algunos han sido asesinados por nuestra falta de tolerancia. No sólo los hemos juzgado y ejecutado su sentencia, sino que también los hemos hecho pagar por lo que creemos es una enfermedad, una depravación u obra del mismo Satanás. Recientemente han habido sucesos y declaraciones ofensivas por parte de nuestras autoridades religiosas católicas, que han polarizado la opinión de los fieles, a través de los medios o incluso en misa, mostrando u ofreciéndonos sólo dos posiciones, pero muy cómodas: a favor o en contra. Pero no es tan sencillo como decir “esto es blanco o es negro”, hay toda una gama de tonalidades en medio de estos dos.

Ante todo lo más conveniente es la precaución y el respeto, pues los homosexuales no son otra especie aparte, son seres humanos como nosotros, es sólo que con gustos distintos. Ofenderlos y desacreditarlos nada más empeorará la ya de por sí frágil línea diplomática que nos separa de declararles la guerra, porque son “distintos” a la mayoría.

Lo peor del caso es que involucramos a Dios en nuestros juicios, hablamos y condenamos en el nombre de Jesús. Por más que queramos imaginar y presentar a los demás a un Jesús guerrillero, un soldado indomable con carrilleras colgadas al pecho y una metralleta dispuesta a aniquilar pecadores, Jesús no es eso, algunos de nosotros sí. Jesús nos dice que Él es la verdad, que la verdad nos hará libres, y la verdad... es que no sabemos la verdad acerca de la homosexualidad. Como hace miles de años no se hizo con la lepra, hoy debemos obrar de la mejor manera posible y ahora sin añadirle más daños, secuelas ni problemas a quienes vivan en esta condición homosexual. Ya de por sí es difícil ser feliz en este mundo.

Yo no sé si sea buena o mala, no sé si sea hereditaria, si sea por falta de padre, no sé si sea consecuencia del abuso de un pederasta, no sé si sea una perversión o conducta de moda, problemas hormonales, etc.

Hay muchos estudios científicos pero no suficientes. Muchos de éstas pruebas están viciadas y limitadas, o son tendenciosas a los intereses de uno u otro polo. Y cuando parece que encontramos algún indicio de verdad viene un estudio más reciente que lo desmiente. Eventualmente tal vez, tarde o temprano habrá avances significativos pero por lo visto aún no ha llegado ese momento.

Pero lo único que sí sé es que Jesús jamás los habría insultado ni juzgado. Todo lo contrario, los hubiera amado y si hubiera algo que perdonarles, se los habría perdonado como a cualquier otro. Lo hizo con la prostituta que fue encontrada en flagrancia de su pecado.

¿Es importante entonces tener una postura ante esto? Por supuesto, y más ahora que se aprobó el derecho de los matrimonios homosexuales a adoptar, porque yo creo que la decisión de la suprema corte, se precipitó por motivos desconocidos o dudosos. Yo creo que se debió tomar en cuenta a la ciencia y sus grandes avances, y a la comunidad médica para determinar los efectos físicos, psicológicos y espirituales en los niños que posiblemente sean adoptados por estas parejas. Hoy en día se han estudiado a niños que han sido resultado de comportamientos y entornos nocivos para ellos y la sociedad, como la violencia intra familiar, el alcoholismo y la drogadicción, el abuso por parte de pederastas, el maltrato escolar, psicológico, etc. Pero hasta donde sé, no hay estudios científicos a escala mundial que hayan estudiado, siquiera contemplado la situación de niños adoptados por matrimonios homosexuales. Es desconocida hoy en día esta situación, nadie la había previsto, supongo. Creo que no pueden traer peores efectos que los daños ocasionados por matrimonios entre hombre y mujer, como los anteriores entornos mencionados, pero el hecho es que las leyes deben ver primero por los desprotegidos y la corte no los tomó en cuenta. Pareció que más bien se preocuparon por establecer derechos para quienes eligieron un matrimonio homosexual, que para procurar un verdadero hogar para un niño desafortunado. Por un lado la corte aprueba el asesinato de inocentes -con el aborto-, y por otro lado parece preocuparles mucho que los niños en adopción tengan una familia ¡qué contrariedad!

Y en el aspecto religioso, las declaraciones del Cardenal Juan Sandoval, me parecieron anticristianas al ofenderlos diciéndoles “bola de maricones y lesbianas”. Porque no se puede hablar en el nombre de Jesús, si no se hace con los criterios de Jesús y a la manera de Jesús. Así de simple. Ahora lo que logró el cardenal, es una confrontación entre los que nos consideramos buenos y a los que consideramos como malos. ¡Qué orgulloso se ha de sentir Jesús de nosotros! Echamos por tierra todo lo que nos enseñó, por obrar con las vísceras en lugar de obrar con el corazón, con la mente y con su Palabra. ¿Jesús insultó? Sí, pero sólo a los líderes religiosos como los fariseos, los sumos sacerdotes y los escribas, por el trato que daban a los que consideraban impuros. Los llamó víboras, hipócritas, sepulcros blanqueados.

¿Qué postura vas a sostener ante este debate y esta guerra por desatarse? ¿Serás de los que no entienden la homosexualidad y la condenan, o de los que tampoco entienden la homosexualidad pero que a pesar de eso, respetan? Creo que sé de qué lado está Jesús...

Decidamos bien, y si estamos en contra de la adopción por parte de matrimonios homosexuales -por el riesgo que atenta contra terceros- hay que manifestarnos pero siempre con respeto, no vaya a ser que convirtamos a la homosexualidad en “la nueva lepra".

Y así como cientos de asociaciones civiles se han unido en contra de estas adopciones, sería bueno que así también nos uniéramos para atender a estos niños que ni sabíamos que existían, y que hoy de repente, nos preocupan tanto... o no?

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