jueves, 18 de noviembre de 2010

LA TAZA ROTA

Del evangelio de Lucas 23, 35-45.

Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían muchas muecas diciendo: “Ha salvado a otros, que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido”. También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre y le decían: “Si tú eres el rey de los judíos, ¡sálvate!”. Había encima de él una inscripción: “Este es el rey de los judíos”.


Uno de los malhechores colgados le insultaba: “¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!” Pero el otro le increpó: “Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio éste nada malo ha hecho.” Y decía: “Jesús acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino”. Jesús le dijo: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
Era ya cerca de la hora sexta cuando se oscureció el sol y toda la tierra quedó en tinieblas hasta la hora nona. El velo del Templo se rasgó por medio y Jesús, dando un fuerte grito dijo: “Padre en tus manos pongo mi espíritu”. Y dicho esto, expiró.

En este pasaje, gobernantes y autoridades -romanas y judías-, se burlaron e insultaron a Jesús por última vez, porque después de un largo sufrimiento clavado en la cruz, murió físicamente.

Claro, Jesús no iba a echar a perder toda su enseñanza y ejemplo de amor, castigando a sus verdugos ni poniéndose a devolver insultos a quienes no lo aceptaron.

Algo mucho más grave se rasgó ese día además del velo del templo, y fue la relación de Jesús con aquella institución a la que perteneció hasta su último aliento: la religión judía. Institución en la que estoy seguro, siguió las reglas hasta donde pudo y en ocasiones permaneció en ella "bajo protesta".

Irónicamente, institución fundada por su Padre, inspirada por su Padre, para esperar y recibir a su Hijo, y que a la hora de su llegada ya era perseguido para darle muerte. Los judíos finalmente encontraron el pretexto para deshacerse de Jesús y este era muy simple: ya no tenía nada que ver con los judíos... tenían razón, nació judío, creció judío, pero como no pensaba ni actuaba como judío, pues entonces tenía que morir. Es cierto, ¡nada que ver!

Creo que el destino cruel -y lógico- de todo grupo o institución que a la larga olvida o desconoce su propósito, es ser reemplazada. Ahí creo que fue donde en verdad nació el cristianismo, al morir Jesús y rasgarse el velo del templo. Fue algo así como un divorcio ocasionado por "diferencias irreconciliables", porque aquel día, al volver la luz después de las tinieblas, todos debían escoger entre seguir siendo judíos o comenzar a ser cristianos.

Cristo a partir de su muerte física, es donde se libera y libera también a los que lo iban a seguir. ¿De qué? Pues del yugo inútil y las severas prácticas de su ex religión. A fin de cuentas, la verdad libera ¿no? Y la verdad era que esa religión ya no servía a su propósito inicial.

Y si alguna vez habitó Dios ese suntuoso templo tan inaccesible, en el momento en que Jesús murió, quizá su Padre "dio un portazo" y se fue. A lo mejor por eso se rasgó y decidió ya no habitarlo más pues ya no tenía ningún sentido.

¿Cuál habrá sido el merecido castigo para aquellos que insultaron y agredieron a Jesús? Mmm, yo dudo que hubiera tal, pero sí debió molestarles a los judíos que Jesús viniera a curar y salvar a los que ellos menospreciaban, marginaban o condenaban, por la razón que fuera. Que entren al paraíso aquellos a quienes durante siglos se les había impedido el acceso a Dios ¡eso debió dolerles!

Ese era el propósito original del nuevo proyecto de Dios pero ahora a cargo de su Hijo: una nueva religión.

Y mientras los judíos se esmeraban en cumplir escrupulosamente todas esas reglas obsoletas para canjear y exigir su salvación, Jesús demuestra que el criterio de su Padre no es tan predecible ni tan negociable como ellos creían, pues aunque nunca lo aceptaron, dejaron de ser “Su Pueblo” al momento de rechazar a su Hijo amado. Ya no serían más los predilectos de la Nueva Historia de la Salvación.

Y Jesús como su Hijo, hace valer su parentesco y decide llevar a su ladrón acompañante a la inauguración del paraíso que su Padre le tenía preparado. Estaba a su lado un ladrón a la hora de "cortar el listón", ¡qué maravilla!

¿Por qué lo hizo? Primero, porque así lo quiso y segundo porque vino a salvar y no a condenar. ¿Ayudó que se arrepintiera el ladrón? Claro, creyó en Él y Jesús no defrauda a quien cree. Es un hecho que este pillo ya no pudo enmendar el daño que había hecho a la sociedad, pero para Jesús eso no fue obstáculo. Para eso es Dios.

Desde aquel día en medio de ladrones y hasta ahora, su nuevo proyecto incluye salvar lo mismo enfermos, prostitutas, adúlteras, recaudadores, ricos, ladrones y demás pecadores. Todos sin distinción, tienen ante Jesús la misma oportunidad de estar con Él algún día en el paraíso.

Hay un refrán que dice: "Aquí se rompió una taza y cada quien se va a su casa" pues bien, Jesús en este pasaje nos demuestra que ante las ofensas de los poderosos, las reglas arbitrarias, las tradiciones inútiles y la marginación que trae toda religión que olvida su propósito, Él no responde... simplemente comienza algo nuevo y lo viejo se rasga solo. Él no abandona a la religión, es la religión la que lo abandona a Él.

Es cierto, Jesús permanecerá con nosotros hasta el fin de los tiempos, pero ¿permaneceremos nosotros hasta el fin de los tiempos con Jesús?

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